Diario de León
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VERLAS VENIR ERNESTO ESCAPA
León

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L os chistes pueden tener más o menos gracia, dependiendo del ingenio, pero las ocurrencias con mochila presupuestaria no tienen chispa ni pizca de gracejo. Por eso subleva contemplar con qué resignada indiferencia vamos digiriendo extravíos institucionales que percuten sobre la llaga del hiriente despilfarro practicado en las obras públicas a costa del dinero de los contribuyentes. Si miramos a desvaríos ya perpetrados, apenas nos queda implorar que la sisa no se prolongue durante muchos años, como viene ocurriendo en los infaustos túneles ferroviarios de Pajares, única obra pública europea taladrada sin un estudio previo y solvente del subsuelo. Pero ante delirios inmediatos, a punto ya de perpetrarse, no cabe aplicar una resignación pastueña, sino que corresponde elevar el tono para que no se cometan otra vez más.

En realidad, parece mentira que esta libertad de manejo con las obras públicas siga recayendo en codiciosos proyectistas de la milla de oro madrileña. Después del saqueo inclemente padecido por las arcas públicas a base de puñaladas traperas y toda suerte de navajeos, seguimos en las mismas. Si el gobierno de Rajoy, con Ana Pastor de ministra, cedió al despilfarro de un estrafalario viaducto sobre la periferia del yacimiento arqueológico de Lancia en la León-Valladolid, la broma del Duero entre Tudela y Quintanilla de Arriba, adoptada en tiempos de Gigi el Amoroso de la Serna, está a punto de cuajar con Ábalos de ministro, si no lo espabilan. Y no es asunto menor ni insignificante grano de anís, pues supone un gasto innecesario superior a doscientos millones de euros, causado por capricho en concierto de lobistas locales con los proyectistas madrileños. El asunto es tan palmario y obsceno que resulta complejo de resumir: se rechaza el trazado duplicado de la autovía por el espacio de dominio público disponible, aledaño a la carretera nacional y a la vía abandonada del tren Valladolid-Ariza, para desviarla por el páramo, con un gasto añadido de cinco viaductos (uno de ellos de 920 metros de longitud), ocho pasos superiores y nueve inferiores, además de las costosas expropiaciones correspondientes de viñedos.

Por todo ello, hay que preguntarse quién dobló la mano al ministerio de Gigi de la Serna y se la sigue doblando a los actuales ejecutivos ministeriales. Quién y a cambio de qué. Porque este desvarío no tiene otra explicación posible. Los taladros de Pajares se hicieron como se hicieron precipitados por la urgencia temeraria de Cascos y Rato en asomar cuanto antes a Asturias. Una imprudencia derivada en más de una década de retraso y sobrecostes que ya duplican la inversión presupuestada. Claro que aquellos perillanes funcionaban como funcionaban y todavía el sumidero de Pajares ha de devorar unos cuantos millones más antes de que empiece a servir para algo más que saquear las aguas de nuestra montaña. Tampoco es fácil entender la causa que llevó el trazado de la León Valladolid por el pie de Lancia, forzando a la Comisión de Patrimonio a adoptar una decisión contaminada, cuando al otro lado de la nacional, entre Villamoros y Mansilla, ninguna dificultad entorpecía su trazado. Sólo la lejanía de los proyectistas y sus descuidos con el dinero de todos pueden explicar semejantes desvaríos. Pero ese descuido alcanza el grado de obscenidad cuando rechazan duplicar el trazado aprovechando el espacio de dominio público conquistado hace más de un siglo por el ferrocarril harinero y la carretera nacional del Duero. ¿O es que esta dispendiosa ocurrencia esconde algo más que no conocemos?

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