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Trabajo recibe 535 denuncias por acoso laboral en cinco años

Los obstáculos laborales y el miedo a perder el empleo complican el hostigamiento en el trabajo

Publicado por
Efe

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La Inspección de Trabajo y Seguridad Social en la comunidad autónoma ha recibido 535 denuncias por acoso laboral, incluyendo el de tipo sexual y por razón de género, en los últimos cinco años.

Según los datos facilitados por el ministerio, el año pasado las notificaciones por esta causa descendieron casi un 35 por ciento al pasar de las 124 registradas en 2018 a las 81 anotadas al término de 2019. A ellas se suman las 127, 95 y 108 contabilizadas en los años 2015, 2016 y 2017, respectivamente.

«Estas denuncias son solo la punta del icerberg», asegura Lucía Vargas, presidenta de la Asociación Palentina de Ayudas a Víctimas de Acoso (Pavia), que también presta servicio en León a través de dos abogados.

El desconocimiento sobre este fenómeno, a su juicio «devastador», unido a los obstáculos laborales, a la temporalidad de los contratos y al miedo a perder el empleo, dibujan un contexto difícil para quienes son ninguneados y hostigados en su puesto de trabajo.

«Uno de los objetivos es que la víctima acabe abandonando el puesto de trabajo con una mano delante y otra detrás», sostiene Vargas. También destaca la dificultad para demostrar en los tribunales un ‘mobbing’ alimentado por conductas que van desde la infravaloración de las capacidades del empleado hasta su desbordamiento por la asignación de tareas irrealizables pasando por agresiones como la ocultación de información, la difamación o el trato vejatorio.

«Atendemos a unas 70 personas de media al año, pero la mayoría no terminan ni en la Inspección de Trabajo ni tienen un recorrido judicial porque, sin pruebas suficientes, los resultados son nefastos», precisa Vargas.

Las víctimas tienden a echarse la culpa por su fracaso, aunque éste sea inducido. «La mayoría nos llegan derivadas por los médicos de Atención Primaria o los equipos de Salud Mental», explica la presidenta de la asociación Pavia, que valora la «sensibilización» de los sanitarios a la hora de conceder bajas por esta causa.

«Son fundamentales para prevenir el suicidio al alejar al trabajador del foco tóxico», indica.

Sus fronteras a veces son difusas, incluso para el propio afectado, y probarlo es complicado. No en vano, las armas que utilizan los acosadores pasan por un lenguaje retórico, las medias tintas y la insinuación. Al menos, inicialmente.

A medida que evoluciona, acaba por dibujar una desestabilización personal que pasa por estrés, presentismo, ansiedad, sentimientos de fracaso, impotencia, frustración, anhedonia o incapacidad para experimentar placer, desmotivación, depresión, apatía, así como diversas manifestaciones psicosomáticas.

«El machaque es tan grande que vienen con la autoestima por los suelos», recuerda Vargas.

UN PREPOTENTE

La mayoría de los casos se encuadran en la tipología de acoso vertical descendente, es decir, el que ejerce el jefe o superior con respecto a sus subordinados.

«En el acoso siempre hay una desproporción de poder», argumenta. Y añade que el agresor suele ser una persona narcisista y prepotente que proyecta su inseguridad sobre una víctima que, en palabras de Vargas, «suele estar muy preparada y hacerle sombra».

«Los malos trabajadores se pueden despedir fácilmente, pero los buenos no», subraya sin dejar pasar por alto el elevado grado de reincidencia: «No hay represalias, por lo tanto repite sus conductas».

Además, los compañeros de trabajo son a menudo testigos mudos de ese acoso: «Se quedan sin palabras ante un hostigamiento que tortura lentamente a su víctima hasta agotarla».

«Lamentablemente, contribuyen al problema al mirar para otro lado», incide Vargas que, además, se muestra crítica con «unas administraciones llenas de enchufes» que «tiene mandos intermedios que ni siquiera están capacitados para sus puestos».

«Educación y Sanidad concentran una buena parte de las denuncias», señala.

«La diferencia con las entidades privadas es que existe la posibilidad de trasladarse a otro departamentos», apostilla.

QUE SE VAYA LA VÍCTIMA

El profesor Heinz Leymann fue el primero en definir el término ‘mobbing’ en el marco de un congreso sobre higiene y seguridad en el trabajo en el 1990. e este modo, puso de relieve una situación en la que una persona ejerce una violencia psicológica extrema, de forma sistemática y recurrente y durante un tiempo prolongado sobre otra en el lugar de trabajo con la finalidad de destruir las redes de comunicación de la víctima, acabar con su reputación, perturbar el ejercicio de sus labores y lograr que acabe abandonando su empleo.

«Los datos oficiales no representan la realidad, lo mismo que está ocurriendo con el acoso escolar», lamenta la presidenta de la asociación Pavia sobre un ‘mobbing’ que «se agudiza en periodos de crisis económica».

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