Diario de León
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El invento del maligno rosa belmonte

No me extraña que Mujeres ricas haya sido el mejor estreno de la historia en La Sexta con casi un catorce por ciento de share. Por detrás de Gran Reserva (20,2) y de Supervivientes (18, 7), vale, pero por delante de las otras. No me extraña porque el muestrario de adineradas ociosas tiene ese componente hipnótico y alucinógeno también consustancial a Callejeros, siendo sus personajes absolutamente opuestos. Pero ambos extremos humanos se salen de lo normal. Viendo las audiencias de aquel Comando actualidad titulado ¿Los ricos también lloran? ( éxito en el estreno y en sus reposiciones) resulta evidente que en tiempos de crisis nos encanta un teléfono blanco. Es verdad, como dice Jack Nicholson en Mejor imposible, que lo que nos molesta no es que nuestras vidas sean tan duras sino que hay otra gente que lo pasa bomba. Pero también es verdad que nos gusta ver cómo lo pasan bomba.

La única conocida de estas señoras es Oliva Valère, que no tiene problemas en enseñar su Bentley, sus rubíes y diamantes, sus vajillas o su fiesta de pamelas (lo mejor, los besos por correspondencia que se dan las invitadas, imposibilitadas para acercar las caras). El resto, un descubrimiento. Unas más que otras. Las más destacadas, la extraordinaria Mariana Nannis, la mujer del futbolista Caniggia, y Mar Segura, una que dice yacuchi , manda al servicio que le traigan su Gucci asimétrico y se quiere comprar un Miró, para lo que necesitaba el vestido.

«No podría vivir sin arte» o «Un Miró no lo puede hacer nadie más que Miró» son algunas de sus frases. O «Qué buena travesía», a su marido en el yate. Como el espacio revive el espíritu de Vivir cada día hay representaciones de intimidad familiar (delirante el momento en que Mar y su marido discuten en el coche si es conveniente comprar un «miró» ahora o si va a recoger el abrigo que le han hecho en Elena Benarroch). Pero la más grande es la argentina Mariana Nannis («La prostituta se gana la vida; la puta arruina familias»). Mar es otra cosa. «El arte me persigue», dice. Pero ella es más rápida.

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