Diario de León

Entrevista | josé maría merino | escritor y académico de la rae

«Las grandes editoriales quieren que cada libro sea la gallina de los huevos de oro»

En octubre aparecerá una nueva novela de este infatigable artesano de ficciones. El título será «Las antiparras del poeta burlón», y en ella el leonés bucea en sus años de infancia,

El escritor leonés, miembro de la Real Academia Española, publicará próximamente dos nuevas obras.

El escritor leonés, miembro de la Real Academia Española, publicará próximamente dos nuevas obras.

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EMILIO GANCEDO | LEÓN
León

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José María Merino está, como él mismo dice, «metido en el taller». Rodeado de virutas, de fragmentos de descripciones, de diálogos hechos astillas, del serrín de la imaginación. «Éste es el mejor momento para un escritor, el proceso creativo... lo demás, quién sabe», reflexiona. Y de ese taller veraniego ubicado en Valdemorillo, sierra madrileña, acaba de salir, reluciente, Las antiparras del poeta burlón , pequeño homenaje novelado a la infancia y al Quevedo del talento y la retranca. Pero también ultima un libro hecho de cuentos enlazados por las vidas, secretos y amistades de tres personajes en plena madurez.

-¿De dónde le viene ese interés por Francisco de Quevedo, un clásico de la literatura?

-Bueno, arranca en mi infancia, cuando iba con mi padre a visitar a mis abuelos, que vivían en el barrio del Paraíso, y pasábamos por delante de San Marcos. Entonces mi padre se detenía, me señalaba un ventanuco de la parte alta y me decía: «¿Ves? allí estuvo encerrado Quevedo». Yo le preguntaba que si ese Quevedo era el mismo que el de los chistes, y él me llamaba ignorante y me decía que había sido un gran poeta, uno de los más grandes.

-Y usted se quedó con la copla...

-Yo, claro, me quedé con aquello y luego ya de mayor fui profundizando en la obra y en la vida de este personaje tan fascinante. La verdad es que en León quedó tocado. En sus escritos se queja del frío extremo y de la humedad que sufría en la cárcel de San Marcos, ese terrible destino, y la prueba es que sólo duró tres años más una vez que salió de ella.

-¿Su libro sigue la pista de un Quevedo real o imaginario?

-Más bien se interna en aquellos años míos de infancia, en aquellos paseos, en aquellas emociones primeras... en la novela se narra, por ejemplo, las inquietudes de un joven aprendiz de escritor que, al oír la historia de Quevedo, comienza a redactar sátiras anónimas, a imagen y semejanza de las quevedianas, y las dirige a sus profesores y compañeros de clase... ahí también hay una pequeña trama, con los problemas que eso le causa... Ese podría ser el esqueleto de esta novela corta.

-¿Una novela para jóvenes?

-El protagonista es un joven, y los niños y jóvenes pueden sentirse identificados con las situaciones que se relatan en ella, pero en realidad pueden leerla personas de todas las edades. La editorial, Siruela, ha incluido el libro en su colección De 8 a 88 años . Aunque sí es verdad que hemos añadido una selección de textos de Quevedo, una pequeña antología, de modo que bien puede servir a los estudiantes para internarse en el conocimiento del autor.

-Un homenaje al maestro...

-Sí, podría considerarse el libro como un pequeño homenaje a Quevedo, pero también a ese San Marcos que ha tenido mil destinos, de cárcel a Parador, y a aquellos años de juventud y de colegio, iniciáticos.

-Francisco de Quevedo se dolía en sus obras de una España decadente y en crisis. La crisis actual, ¿afecta mucho al mundo de la literatura?

-Mmmm... más que la crisis, lo que creo que está afectando de verdad a la literatura, a la ficción, es la masificación del producto literario: que el objetivo último sea la producción casi en serie de best-sellers de consumo rápido, conseguir que todo el mundo lea esos súperventas. Eso por un lado; por otro, todo ese mundo que se nos viene encima del libro electrónico, Internet, la piratería literaria, etc., y que, en resumidas cuentas, aún no sabemos en qué consiste realmente. A mí esto último me produce una gran perplejidad. Volviendo a lo de la crisis, es verdad que las ventas han bajado, pero quienes lo han notado sobre todo han sido esas grandes editoriales, los que vendemos lo normal, pues no.

-Se dice que ese tipo de editoriales exige a sus autores «la regla del metro»; es decir, que los capítulos de un libro puedan leerse, más o menos, el tiempo que transcurre entre una parada y otra del Metro...

-No me extrañaría nada. Pero si es que todo es muy azaroso. Hay veces en las que un gran dispositivo propagandístico al servicio de un libro no da el menor resultado, mientras que, en otras, es el boca a boca el que lo hace todo. Hay algo de misterio en todo esto.

-Quizás lo que suceda es que el negocio editorial no se puede reducir a una reglas matemáticas.

-Así es: quien piense que la edición se reduce a ofrecer una serie de objetos de consumo rápido se equivoca, porque no ha sido así nunca. La gran literatura siempre ha ido calando en la población, en el pensamiento, poco a poco. Hoy se quiere que cada libro sea la gallina de los huevos de oro; si está más de quince días en la librería ya parece mucho... también hay que fijarse en los contenidos de estas obras: olvidarse, prescindir de la literatura, es decir, de la ficción, del cuento, es un gravísimo error editorial. Y es que todo está impregnado de modas (como tal, pasajeras), como los vampiros de ahora, por ejemplo.

-¿Será que el negocio no queda al margen del ritmo de vida actual?

-Efectivamente, no está al margen del modelo social imperante, que es un modelo del exceso, de la rapidez, de lo superfluo, del gastar de más...

-¿En qué otras batallas anda luchando Merino?

-Pues ahora estoy metido en el taller para dar forma a un libro de cuentos que gira en torno a tres personajes en plena madurez, un matrimonio y un amigo de éstos, durante un verano en el que recuerdan su juventud, relaciones, secretos, etc. Quito unas cosas, pongo otras, no sé si incluir microrrelatos... éste es el mejor momento del escritor.

-¿Para cuándo la inclusión de palabras leonesas en el Drae?

-Sí, ya había dicho que me gustaría incluir alguna como forroñoso (oxidado), que he empleado literariamente, pero primero hay que presentarla a la Comisión Lexicográfica, luego ésta consulta su validez... es un proceso largo.

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