Diario de León

toros. FERIA DE SAN ISIDRO

Gallo fue el mejor de una mala tarde

Julio Aparicio, que no pisaba Las Ventas desde la gravísima cornada de hace dos años.

Julio Aparicio, que no pisaba Las Ventas desde la gravísima cornada de hace dos años.

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juan miguel núñez | madrid
León

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Un desastre de corrida ayer en Las Ventas por culpa de los toros, que para mayor abundamiento compartieron protagonismo con un abúlico y desconfiado Julio Aparicio, en una tarde en la que a pesar de todo resplandeció el nombre de un esforzado y solvente Eduardo Gallo.

Mucha gente importante en la plaza en el día del patrón. Pero fue precisamente la ganadería de ‘El Ventorrillo’ lo que falló en la función. Un petardo al que acabó sumándose el deseado Aparicio, que regresaba a Las Ventas tras la dramática cogida que sufrió aquí hace ahora dos años, cuando el pitón de un toro le atravesó el cuello saliéndole por la boca. Fue milagroso que se escapara sin más lesiones que los desgarros musculares de los que se recuperaría un par de meses después.

Hoy se le ha recibido con cariño, en consonancia con el estilo y la categoría del entendido público madrileño. Aparicio ha saludado una gran ovación antes de salir su primero. Pero hasta ahí el fervor. Sus toros y él mismo no han estado por la labor de corresponder.

Imposible estar peor que hoy Aparicio. Su primer toro, muy serio como toda la corrida, grande, peleó con mal estilo en varas. Muleta en mano, Aparicio no lo dudó, desconfiado en las probaturas, salió tocándole las orejas. Por si falta, con la espada, un canto al miedo. Y en el cuarto, más de lo mismo, después de ensayar una tanda a derechas, volvió a inhibirse por completo. Las broncas, dos, de guinness.

Curro Díaz tuvo si cabe menos opciones, pero así y todo se tapó. Pudo sentirse impotente en su redomado manso primero, que se desentendió enseguida de la pelea refugiándose en tablas. Sin embargo, el hecho de ir a buscarle las vueltas ya fue bastante.

Por un momento pareció que iba a servir el quinto, por su prontitud en la forma de tomar el engaño, mas no pasó de los viajes cortos y llevando siempre la cara por las nubes. Repetía, no obstante, frenándose en el centro de la suerte. Se vio en apuros Curro Díaz con el revoltoso animal, otra vez en el refugio de la querencia. Pero al menos dio la cara.

Lo más sobresaliente de la tarde corrió a cargo de Eduardo Gallo, firme y muy dispuesto en su dos toros, y todavía más, muy resolutivo. Lanceó con majeza en el recibo, con tres verónicas y media que hicieron concebir muchas esperanzas de faena. Mas el toro lo truncó todo.

Abrió con mando, dominio y torería, doblándose y echándose el toro por delante en uno de pecho de verdadera categoría. A pesar de los continuos avisos en los intentos por los dos pitones, Gallo le obligó, poniéndose una y otra vez en busca de una faena a todas luces inexistente.

Al sexto, tan violento como los anteriores, lo quiso torear como si fuera bueno, por supuesto sorteando gañafones. Y fue tanto la emoción por el peligro del toro que por la entrega del propio torero.

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