Diario de León

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Triunfos de Martín Burgos y Moura

Fermín Bohórquez hizo dos faenas impecables pero no tuvo acierto con los rejones.

El rejoneador Fermín Bohórquez, con su primer toro de ayer en Las Ventas.

El rejoneador Fermín Bohórquez, con su primer toro de ayer en Las Ventas.

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juan miguel núñez | madrid
León

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Dos orejas cada uno y la correspondiente Puerta Grande consiguieron los rejoneadores Martín Burgos y Joao Moura, hijo, en la corrida de la especialidad celebrada ayer en Las Ventas, un festejo puente entre la Feria de San Isidro que terminó el día anterior y el ciclo del Arte y la Cultura que arrancará mañana, martes.

Fermín Bohórquez se fue de la plaza a pie mientras a sus compañeros los llevaban en volandas por la Puerta Grande. Contado así, hay que suponer que no estuvo el hombre por la labor, en tanto los otros tuvieron una tarde de mucha inspiración y acierto. Pero en absoluto Martín Burgos y Moura, hijo, hicieron un rejoneo mejor que el de Bohórquez. Sucedió que la suerte suprema marcó en un sentido y en otro el resumen de la tarde. Y mientras que Bohórquez mató mal, los compañeros tuvieron la suerte de meter los rejones finales con habilidad y contundencia.

No hay color en la interpretación que hizo cada uno del rejoneo. Bohórquez, templado y limpio, atacando de frente y en galopes muy medidos, procurando hacer las reuniones en los medios, y clavando al estribo y en todo lo alto. Los cites, como en el toreo bueno de a pie, de poder a poder. Ajuste en los encuentros y con suma limpieza.

En sus dos toros Bohórquez puso sendos pares de banderillas a dos manos, montando a Melero , sencillamente magistrales. Pero, todavía mejor, en el cuarto, los cites previas levadas con Bohemio . Fue lo más emotivo y auténtico de la corrida.

Pero quede claro que Bohórquez fue un desastre matando, y lo que debió ser la Puerta Grande más justificada de la tarde se quedó en una simple ovación.

Por contra, Martín Burgos, que en su ‘rajado’ primero ya hizo una esforzada labor que tampoco tuvo el reconocimiento que se merecía al precipitarse al matar en el primer intento, sin embargo, calentó el cotarro en el quinto con una actuación desigual pero muy espectacular, sobre todo en lo accesorio, entiéndase los violines finales. La contundencia del rejón de muerte no falló, y cortó las dos orejas.

Algo parecido ocurrió con Moura, hijo, que calcó sus dos actuaciones, en las que estuvo certero al clavar, sin embargo, poco variado, pues todas, absolutamente todas las banderillas, las puso previo quiebro. Ni una sola de frente. Tampoco hizo con mucha ortodoxia la suerte suprema, pero sí fue efectivo.

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