Diario de León

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Oreja al valor de Aguilar

Alberto Aguilar en un desplante a su primer toro.

Alberto Aguilar en un desplante a su primer toro.

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juan miguel núñez | madrid
León

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Una oreja cortó Alberto Aguilar ayer en Las Ventas, por una faena de valor, firmeza y pundonor, incluso con atisbos de torería, a un toro de Victorino Martín, lo que le da más mérito al triunfo.

Tres años llevaba sin lidiar Victorino Martín en Las Ventas. Un descanso que él mismo se había tomado seguramente porque los resultados negativos de las últimas corridas.

Pero se le echaba en falta, más cuando todo el mundo sabe que la grandeza de esta ganadería está estrechamente vinculada a la historia de la monumental madrileña. Y el regreso ha cumplido las espectativas.

Victorino ha traído una corrida variada, exigente y con movilidad. Unos toros más fieros que otros, aunque haciéndole bien las cosas, sobre todo los que lucían un buen fondo de casta y bravura, al final han respondido aportando emoción.

Otro gran protagonista que tuvo la tarde fue el pequeño gran Alberto Aguilar. Diminuto de cuerpo, pero enorme en ambición y facultades para medirse a estos toros. Aguilar lanceó al tercero con aplomo y mucha seguridad. Un tercio de varas muy medido, dado que el toro metía bien la cara en el capote pero le fallaban las fuerzas. También el secreto de la faena de muleta sería el respiro que le dio el torero (al toro) en los primeros compases.

Dos tandas a derechas de mucha seguridad, aplomo y verdad, muy hilvanados los pases a base de quietud, y con limpieza y ajuste. Por el izquierdo hubo que tragarle más ya que se volvía el toro a partir del segundo muletazo. Y de hecho al cambiar al otro pitón pasaba ya sólo en el primero, protestaba en el segundo y sencillamente no pasaba en el tercero.

Fue impresionante lo que aguantó Aguilar. Y con qué compostura, pues no fue sólo esperar que pasara el astado, si- no que se gustó asimismo en los trazos de la trinchera, el cambio por delante y cuatro ‘alegrías’ más por abajo antes de buscarle la igualada. Gran estocada, y oreja de peso. La pena fue que con el sexto se quedó Aguilar a un tris de la Puerta Grande.

Ferrera, que banderilleó fácil a este primero, al cuarto lo hizo con exposición y riesgo. Y ese cuarto, que había pelado con mal estilo en varas, no obstante, fue humillado y muy templado en las primeras arrancadas a la muleta.

Había que darle aire, exigencia muy habitual al oro de esta ganadería. Sin embargo, Ferrera optó por las cercanías, el encimismo, ahogándole, y ahí se agotaron las posibilidades de faena y de triunfo.

Urdiales, que sorteó el peor lote con diferencia, hizo un esfuerzo notable. Bruto y muy violento su primero, con la cara por las nubes, incluso terminó gazapón. Un toro desconcertante con el que a pesar de todo fue grande el empeño del riojano. El quinto, de medias y espaciadas arrancadas, no aportó nada. Hay que celebrar la vuelta de Victorino a ‘su’ plaza.

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