El chef borde

A Chicote no le deja satisfecho ni Arguiñano. Al chef borde de la tele todo le sabe a «mierda» y ha impuesto en los restaurantes una disciplina casi militar. Esta semana se metía en la cocina de un bar de Vallecas, la casa de Tócame Roque. Porque el dueño decía estar perdiendo 5.000 euros al mes, pero no se vio jamás paisano más tranquilo, tomando un cafelito en la terraza mientras se derrumba poco a poco el castillo de naipes. ¿Y en la cocina? Pues mientras Chicote les sacaba los colores llamándoles vagos y cerdos porque no habían limpiado la nevera en medio año, la camarera arengaba a la tropa megáfono en mano al ritmo de Mami qué será lo que tiene el negro... y hacía coreografías de Dirty Dancing. Luego no daba pie con bola con los pedidos y al que pedía chuletón le servía la omelette ( igual si nos hubieran formado mejor en idiomas...), pero jamás se vio tampoco trabajadora menos preocupada por cumplir bien con la tarea.

La muchacha acabó castigada en la despensa, como una cría de preescolar, aunque lo que verdaderamente le dolió fue que el cocinero de La Sexta le tirara a la basura una peluca que andaba por el mostrador (¡qué casualidad!) y que la chica se ponía de vez en cuando, como si aquello, en lugar de un restaurante a punto de dar el cerrojazo, fuese cada noche un cabaret.

Y un cabaret no era, pero ¿acaso un poco de teatro? Porque tanto el jefe ‘paso de todo’ como la camarera bailona ‘yo también paso de todo’ parecían pelín sobreactuados. Si Chicote te está dejando en vergüenza delante de la clientela y diciendo que si por él fuera prendía fuego al chiringuito, ¿de verdad que no se te ocurre más que partirte de risa? Porque si es así, entonces no es un problema de falta de organización en la cocina, es más tarea de la Supernanny.

Pesadilla en la cocina es, ante todo, un show, no nos olvidemos. Y el propio Alberto Chicote es el primero que contribuye al espectáculo, con esos modos rudos. En todo caso es un show divertido y lo mejor, con final feliz.