Diario de León

Sergio Vila-Sanjuán ganador del premio nadal

«Un tractor de la Barcelona de los 60 ha sido mi magdalena de Proust»

Es el ganador del 69 premio Nadal con ‘Estaba en el aire’, novela «de memoria, que no de memorias» que mezcla amor, humor, dinero y periodismo. Un tractor en la feria de muestras de la Barcelona de los sesenta fue ‘la magdalena de Proust’ para Sergio Vila-Sanjuán.

El escritor y periodistta catalán Sergio Vila-Sanjuán.

El escritor y periodistta catalán Sergio Vila-Sanjuán.

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miguel lorenci | barcelona
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Es la segunda novela del escritor, crítico y periodista barcelonés que se remonta a la década de su infancia, para recrear el claroscuro de la capital catalana en un tiempo de ilusión y esperanzas, lastrado aún por la mísera oscuridad de la posguerra pero que adivina un futuro más luminoso.

—¿Prima el gris del pasado o el color del futuro?

—Se mezclan. Es un homenaje a la España que pasa del agujero negro de la miseria a la colorida sociedad de consumo. Transcurre en la Barcelona de los primeros sesenta en torno a un programa de radio, Rinomicina le busca, antecedente real del Quién sabe dónde de Lobatón, que localizaba personas desaparecidas. Mi padre era el patrocinador publicitario y Enrique Rubio el locutor. Los transformo para cruzar en el programa los destinos de varios personajes.

—¿Inspirándose en personas concretas?

—No. Son construcciones con base real. Como una mujer de la alta sociedad barcelonesa -apenas sesenta familias, que no es lo mismo que la burguesía-, con el amargo don de la belleza, que diría Terenci Moix. Una mujer bellísima y tal vez por ello muy desgraciada, con un importante problema que resolver y que articula la historia. Hay un publicitario joven e idealista que empuja el programa y que topará con problemas derivados del ambiente sociopolítico de la época. También un contradictorio magnate de la industria con conexiones políticas, ambivalente, idealista y amante de la libertad. El último es un joven inmigrante del norte, a punto de ser deportado al bajar del tren en Barcelona, pero que aguantará el tipo y gana el futuro.

—¿La mujer soporta todo el peso del relato?

—Junto al programa de radio. El personaje tiene atractivo y espero que gancho. Es una mujer de los sesenta, de belleza y elegancia extremas, muy castigada por las convenciones de su tiempo y vista de una forma nada habitual.

—¿Ficción con una base muy real entonces?

—Es una novela muy contaminada de periodismo, como tres generaciones de mi familia, que están ahí. La grabación en 1961 de Reina por un día, de mi tío Pipe, guionista y pionero en los estudios de Miramar, es un capítulo. El periodismo de los años 20, el de mi abuelo, que se hacía entre tiroteos, estaba en mi primera novela, Una heredera de Barcelona. Los sesenta, los años de mi padre, son un momento bonito. Hay censura, pero Barcelona se consolida como capital de la comunicación. Crea las grandes agencias de publicidad de España que harán época. Como los programas de radio y los estudios de Miramar en televisión. Surge la comunicación moderna que cambia el punto de vista de la gente y su imaginario.

—¿Cómo cambió la realidad?

—Nacía el concepto de márketing. Narro cómo se lanzó en la radio la campaña de promoción de un champú centrándose en el sábado, el día que la gente acudía a los baños públicos. Márketing americano para una España en la que la más de la mitad de las casas carecían de ducha o bañera. Otro capítulo transcurre en la Feria de Muestras, un reclamo poderoso donde la gente probaba maquinillas de afeitar o maquinaria agrícola. Es mi magdalena de Proust. Un paraíso. Veo mi foto sobre la pala de un tractor y vuelvo allí de la mano de mi padre.

—¿A que género adscribe la novela?

—Realismo romántico. En la tradición en la de Henry James, Evelyng Waugh o Edith Wharton. Adoro esa narrativa refinada, sofisticada, con notas de suspense y humor.

—Periodismo y literatura, ¿buen matrimonio siempre?

—A veces. Ahí están García Márquez, Hemingway y tantos otros. Pero yo no buscaba una nueva vía de escritura. Al cumplir cincuenta vi que necesitaba recapitular sobre mis obsesiones y que la fórmula no sería memorialística y sí narrativa. De memoria contrastada. Si quieres hacer una novela interesante no puedes quedarte en tu propia memoria. El reto es una trama que funcione y que atrape al lector hasta el final sin que decaiga el interés. Has de forzar la realidad, por lo común más aburrida que la novela, que es una poderosa herramienta para hacer más interesante la realidad que retrata.

—¿Criticarán al critico metido a novelista?

—Puede. Pero no me he considerado nunca un crítico. Mi vocación fue y es la información literaria, en la que seguiré. Mis novelas son deudoras de mi oficio. Se contaminan de periodismo con trabajo sobre fuentes, búsqueda de datos, rastreos de hemeroteca y diarios.

—¿Malos tiempos para la información cultural?

—Distintos. Partimos de casi cero y en un ascenso extraordinario se ampliaron espacios desde los setenta y llegamos a vivir una edad de oro. Ahora toca cambio, mudanza en época en plena crisis. Hay que ponerse el chip de cambio, ser consciente y adaptarse. El momento es duro, pero no soy catastrofista. Cambiará el soporte pero no la esencia del oficio ni las ganas de leer y estar informado.

—¿Los tambores secesionistas amenazan el cetro cultural y editorial de Barcelona?

—Es la capital editorial desde hace medio siglo, y el referente cultural hispanoamericano desde el siglo XV. Soy analista político y no cultural, pero la historia afianza esa vocación de proyección cultura en el mundo hispánico. Ahí está el boom, la eclosión teatral o la publicitaria. No sería bueno que esto se perdiera.

—Ensayó sobre el best seller. ¿Lo aprovecha en su novela?

—Los grandes best sellers lo son a posteriori. Ojalá este novela lo fuera. Aprovecho del superventas esa estructura fluida que presenta el argumento de forma interesante, con enigmas y dosificación del suspense. Todo con voluntad de estilo, claro. Estuve en el taller literario de José Donoso. Traté mucho a Terenci Moix y a Baltasar Porcel, y trato a Vargas Llosa. Son poderosos referentes. Mis modelos y mis maestros.

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