Diario de León

Todos tenemos un pasado

La presentadora afirma que el programa «ha dado felicidad a mi vida privada».

gustavo cuevas

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León

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Crítica de televisión mikel labastida

Todos tenemos un pasado. Y un álbum perdido en algún baúl bajo llave. Ahí escondida debe de estar la foto de aquel carnaval en el que a tu madre no se le ocurrió una idea mejor que vestirte de girasol, o la de otro año en que ibas disfrazado de oso (con cola y todo) a juego con tu hermana pequeña. Por algún rincón, de cuya ubicación no quieres acordarte, ha de estar la película de súper 8, en la que te grabaron en unas fiestas del pueblo en las que te convencieron para que hicieses un playback de La Década Prodigiosa. Y ahí estabas tú, subido a un remolque-escenario, engominado y con unas buenas hombreras, cantando «Yo quiero invitarte a una fiesta especial, con La Década vas a viajar. Los años setenta queremos cruzar, con La Década puedes viajar...». Afortunadamente todo ese material está guardado a buen recaudo, lejos del alcance de cualquier persona de tu presente y, como mucho, el recuerdo permanecerá disperso en la mente de algún viejo amigo al que siempre puedes acusar de alimentar una leyenda urbana que en realidad no sucedió así.

Más allá de si sufren porque les eliminan, de si se monta un espectáculo artificial en torno a ellos, de si trabajan muchas horas o de si les alimentan sueños que luego no se materializarán en nada, a mí lo que me apena del batallón de niños que hay ahora invadiendo los platós de todas las cadenas de televisión es que el día de mañana no tendrán oportunidad de esconder en un cajón o en un baúl de los horrores esas vergüenzas infantiles, ni de ocultárselo a su futuro novio, esposa o compañero de piso. Y siempre habrá alguien que a través de youtube (o vete tú a saber qué canal de vídeos utilizamos dentro de unos años) le recuerde el look que llevaba cuando en un programa imitó a Camela y su «escúchame, compréndelo, es imposible nuestro amor», o lo desafinado que estaba entonando un tema de Julio Iglesias, o la pseudocoreografía que tuvo que ejecutar para hacerse pasar por Rihanna. Señores padres, algunos de esos niños el día de mañana igual son doctores eminentes, científicos o profesores eméritos. Qué necesidad hay de sacarles los colores en el futuro con un mal vídeo...

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