Diario de León

Valencia apuesta 80.000 euros a su Grial

Tras lograr el Año Jubilar, el Ayuntamiento de Valencia destina ahora la mitad del presupuesto de Cultura a una gran exposición. El Grial de San Isidoro ni siquiera aparece en la página del Ayuntamiento de León.

El cáliz de Doña Urraca, que se exhibe desde hace meses como un ‘unicum’ en una sala blindada bajo la torre del Gallo en San Isidoro.

El cáliz de Doña Urraca, que se exhibe desde hace meses como un ‘unicum’ en una sala blindada bajo la torre del Gallo en San Isidoro.

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Valencia ha decidido apostar fuerte por su Grial. Apenas una semana después de que el Vaticano concediera el Año Jubilar para el Santo Cáliz que se custodia en la catedral de la ciudad del Turia, el Ayuntamiento que preside Rita Barberá prepara una exposición en torno a esta reliquia, en la que se juega la mitad del presupuesto de Cultura, 80.000 euros. Las instituciones leonesas, en cambio, pasan de defender el Grial de San Isidoro, pese a que hay documentos que prueban su autenticidad; no como en el caso del valenciano, sustentado únicamente en leyendas. El Ayuntamiento de la capital leonesa ni siquiera publicita en su web que la Copa de Cristo lleva mil años aquí, desde que el emir de Denia se lo regaló a Fernando I.

Barberá quiere convertir la ciudad levantina en meca del turismo religioso y ha puesto en marcha una costosa campaña de promoción. Ha encargado una exposición, que previsiblemente tendrá lugar en febrero en el Almudín, bajo el título Caminos del Grial , que intentará reconstruir el itinerario del cáliz valenciano desde el Jerusalén del siglo I a la Valencia del siglo XV.

Los hosteleros leoneses, que han visto la vertiente económica del turismo religioso, se han movilizado y han convocado un concurso de ideas para crear un eslogan que identifique a la ciudad como sede del Santo Grial. El Museo de San Isidoro ha multiplicado las visitas y ha recaudado cerca de 275.000 euros con las entradas desde que Margarita Torres y José Miguel Ortega publicaron Los reyes del Grial. Los dos historiadores argumentan en el libro cómo llegó el cáliz de la Última Cena a León. Desde entonces, a Valencia le ha entrado prisa por autentificar el suyo. Llevan tiempo intentando sin éxito que su cáliz sea declarado Patrimonio de la Humanidad, un título que daría credibilidad a una reliquia cuyo origen es incierto.

Leyendas y documentos

La leyenda del cáliz valenciano dice que fue guardado por los apóstoles y que san Pedro lo habría llevado a Antioquía. Posteriormente, se habría trasladado a Roma, donde fue usado por los primeros papas. Sixto II, durante la persecución romana, se lo habría confiado a su diácono Lorenzo, originario de Huesca, el cual lo escondió en casa de sus padres. Según la tradición oral, el cáliz habría estado en la cueva de Yesa, en San Pedro de Siresa, en San Adrián de Sásabe, hasta en la catedral de Jaca. En 1399, el rey Martín I el Humano lo trasladó al palacio de la Aljafería de Zaragoza, quedando a partir de entonces custodiado por la corona de Aragón. Sin embargo, el rey Jaime II nunca creyó que fuera el auténtico, de ahí que solicitara en el año 1322 al sultán Muhammad al-Nasir la entrega del Grial, que ya llevaba siete siglos en San Isidoro.

Dos pergaminos del siglo XIV encontrados en la Biblioteca de El Cairo por el arabista Gustavo Turienzo demuestran cuál fue el verdadero viaje del Santo Grial, saqueado de Jerusalén por el califa fatimí, quien se lo regala al emir de Denia en gratitud por haberle enviado víveres durante una hambruna que azotó Egipto. El emir de Denia se lo entrega en el año 1054 al monarca leonés Fernando I para sellar la paz entre ambos reinos. El Grial es además un elemento crucial en las pinturas del Panteón Real de San Isidoro.

La reina Urraca mandó decorar la copa de ónice y protegerla con sus joyas en el año 1063. La copa tiene una muesca —que también se describe en los pergaminos del Cairo—. La esquirla fue arrancada del cáliz con una gumía de doble filo por Bani-I-Aswad, el jefe de la expedición que trajo a León la copa de la Última Cena, a petición del sultán Saladino, quien quería sanar a su hija enferma con un pedazo de la reliquia más importante de la cristiandad.

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