Diario de León

CULTURA

Novelan la historia del héroe secreto que impidió dinamitar Barcelona

Miquel Serra desobedeció la orden de arrasar la ciudad y Stalin lo condenó al gulag.

La ficha de entrada en México de Miquel Serra i Pàmies.

La ficha de entrada en México de Miquel Serra i Pàmies.

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miguel lorenci | madrid
León

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Enero de 1939. La República agoniza. Pierde la guerra y las tropas de Franco cercan Barcelona. El Komintern soviético da la orden de arrasar la ciudad condal a Miquel Serra i Pàmies, consejero de Obras Públicas de la Generalitat y tesorero del Partido Socialista Unificado de Catalunya (PSUC). Estaciones, puentes, fábricas, centrales eléctricas, vías de comunicación, infraestructuras, iglesias y mansiones nobles deben ser borradas del mapa, según un plan trazado por Enrique Lister.

Pero Serra i Pàmies, un héroe invisible y olvidado, se las ingenia para retrasar la ejecución la orden de arrasar la ciudad con toneladas de trilita y acabar con la vida de 200.000 personas. Guillem Martí es bisnieto del hermano del desconocido salvador de Barcelona y rescata la peripecia de su familiar en la novela ¡Quemad Barcelona! (Destino). Recrea la discreta y azarosa vida de Miquel Serra Pàmies, «considerado un traidor por los estalinistas y por los suyos».

Una persona «borrada de la historia interesadamente» tras jugar un papel crucial «que pagaría muy caro». La realidad se entrevera con la ficción y con la conmovedora historia de amor entre Miquel y Teresa, pareja en la que ambos se tuvieron por muertos. «La Internacional comunista le dijo a ella que su marido había muerto en un hospital militar y él creía que su esposa había muerto en el bombardeo del barrio de Orleans en el que vivía durante la II Guerra Mundial», explica el autor. Su emotivo reencuentro se produciría en una destartalada estación de autobuses en Ciudad de México. Miquel aguarda la llegada de Teresa, a quien no ha visto en diez años, y de su hija, a quien no conoce. Mientras espera, rememora los acontecimientos que le condujeron hasta allí desde aquella Barcelona derrotada y fantasmal cuyos habitantes huían aterrados o se resignaban a la suerte del vencido

Miquel debía llevar a cabo la estrategia de ‘tierra quemada’ para no dejar nada al enemigo.

Boicot a Moscú

La misma que arrasó Tarrasa, Sabadell, Granollers, Lérida, Gerona y un sinfín de pueblos catalanes. Aliado con un sargento veterano del ejército republicano y jugándose la vida, Miquel boicotea los planes soviéticos y evita la voladura la ciudad. «Mientras me jugaba la vida no se destruía nada o poca cosa, los nacionales no acababan de entrar nunca, hasta que por fin llegaron. Cuando estaban en la plaza Cataluña nosotros estábamos todavía en el Ritz. Barcelona no era destruida» escribió en 1949 a su hermano José. «Toda su vida intentó pasar desapercibido y no dejó memorias».

En esa carta explica a su hermano cómo su desobediencia salvaría Barcelona de la dinamita. «Dije que sí. Si pedí ser el director de la destrucción fue para frustrarla» admite. Propuso que «un hombre del mundo civil y con responsabilidad política debía decidir el momento. Todos estuvieron de acuerdo. Mi actuación, en apariencia entusiasta y decidida, fue dilatoria», le explicaría a su hermano.

Guillem Martí, autor novel, habló de «la calculada ineptitud» con la que su ahora ilustre antepasado salvó la ciudad de Barcelona equivocando direcciones y sembrando la confusión.

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