Cuando Plisétskaya descubrió León

Pocas veces los mitos están a la altura de su leyenda. Es lo que sucedió la noche en que la gran estrella del Bolshói, Maya Plisétskaya, pisó el escenario del Teatro Emperador. Fue en 1999, siete años antes de que el teatro bajara el telón definitivamente. La diva del ballet ruso tenía entonces 73 años.

El público, que llenó el Emperador hasta la última butaca del ‘gallinero’, contuvo la respiración tras la actuación de una fría Irina Tagaeva interpretando el Bolero de Ravel. La expectación por ver a la diva comenzó a ser inquietante y en la sala cundió el temor a que quizá no actuara. Finalmente, una figura vestida de negro hasta los pies —en un guiño a las flamencas— extendió sus larguísimos brazos hacia al público, desfiló de un lado a otro y dejó atónito al público. Mecida por los aplausos presentó a los bailarines. «¿Tiene 73 años? ¡Que bien baila con los brazos!», fue el comentario general. Esa fue la fugaz e inolvidable presencia de Plisétskaya en León. La bailarina, con nacionalidad española desde 1993, falleció el pasado sábado en Múnich a los 89 años de edad por un infarto.

El Bolshói, considerado la catedral mundial del ballet, le rindió ayer tributo con un minuto de silencio antes del espectáculo La dama de las camelias.

A León Maya Plisétskaya le regaló toda la poesía encerrada en su endeble cuerpo, con Inciense de música de fondo. Una pequeña ciudad de provincias a miles de kilómetros de su Moscú natal supo aspirar aquel 4 de mayo de 1999 la fugaz esencia de la última diosa del ballet.