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«La Covadonga leonesa».

«Un sencillo sondeo bastaría para saber qué son los pozos de Colinas»

■ David Gustavo López repasa el jueves las claves de estas enigmáticas cavidades.
■ Los sucesivos intentos de que sean declarados BIC han resultado infructuosos.

El investigador David Gustavo López, junto a uno de los trece —quince, según él— célebres pozos de Colinas.

Publicado por
E. GANCEDO | CAMPOSAGRADO
León

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«La Covadonga leonesa». Resulta tan apabullante la concentración de mitos, huellas históricas y pertrecho legendario arraigado en estas vallinas que ese es uno de los nombres con que la inventiva popular ha bautizado el santuario de Camposagrado y sus alrededores. Y algunos de los elementos más sugestivos de cuantos allí se congregan son los célebres pozos de Colinas, una serie de hondonadas de grandes dimensiones y enigmática utilidad cuyas medidas oscilan entre los siete y los doce metros de diámetro y que desde hace décadas han venido motivando las más diversas teorías en cuanto a su origen.

Para el investigador David Gustavo López, prolífico autor con más de una treintena de títulos a las espaldas, la realidad de los pozos de Colinas constituye todo un reto, y por eso se ha distinguido especialmente en su análisis, divulgación y defensa. Dentro de esa labor se enmarca la conferencia que ofrecerá este jueves a las 20.00 horas en el Museo de León y en la que repasará las diferentes hipótesis sugeridas o defendidas en torno a los pozos en el transcurso del tiempo.

Avanza al Diario las principales: la primera de cuantas se propusieron —ya en el siglo XVI— no tiene, obviamente, validez científica alguna pero sí todo el poder evocador de la tradición oral. Se trata de la leyenda de Colinas, capitán de las huestes de Pelayo y quien, ante la enorme desproporción de fuerzas observada en una batalla entre los moros que subían hacia el Norte y los cristianos que bajaban de Asturias, ingenió cavar grandes pozos «y colocar a 50 hombres en cada uno, camuflados». Después, el rey amagó la retirada, los musulmanes se lanzaron en su persecución y los guerreros ocultos salieron de sus escondites para sorprenderlos y confundirlos hasta el súbito regreso del ejército cristiano.

Pelayo agradeció mucho la maniobra a Colinas y le dedicó la frase ‘tú sin nós has ganado’ con la que dio origen al histórico linaje de los Tusinos, muy enlazado con el de los Colinas. La mortandad fue inmensa, «más que en Covadonga», según la leyenda, y los muchos enterramientos dieron precisamente origen al topónimo Camposagrado, esto es, camposanto.

Las explicaciones científicas arrancan, como explica David Gustavo, con la teoría de los túmulos. «Serían enterramientos prehistóricos a caballo entre el Neolítico y la Edad del Bronce, sin estructura pétrea, de los llamados túmulos simples», ilustra el investigador tal y como indicara en su día el padre César Morán (1882-1951). «Es una teoría muy defendible sobre todo porque esas tumbas constaban en su base de grandes bolos de cuarcita, con grava y tierra por encima, y efectivamente ese tipo de piedras abundan en el fondo de ellos», observa.

«Por su parte, Eutimio Martino propuso que se trata de almacenes de grano, excavados por el ejército romano en sus campañas contra los astures —prosigue—, pero yo le respondo que esos graneros o cilleros se habilitaban siempre en lugares altos y secos, y no precisamente al pie de un arroyo como sucede aquí». El resto de hipótesis vincula los pozos con la minería aurífera romana. «Una dice que son respiraderos y bocas de excavación de un túnel creado para llevar agua desde los dos canales que nacen en Santiago de las Villas a la explotación El Molino de la Griega, en Villarroquel; mi teoría personal —defiende— es que lo son, efectivamente, pero en sentido contrario: el túnel llevaba el agua de Sur a Norte, a la explotación llamada el Cillerón, eran fucaronas, restos de un tipo de minería similar al practicado en las Médulas». De hecho, las dimensiones de los pozos (trece popularmente, así constan en el escudo nobiliario de los Colinas aunque David Gustavo dice haber localizado quince) son gradualmente mayores a medida que asciende el desnivel.

«No obstante existe una manera sencilla de conocer qué eran estas cavidades: practicar un sondeo de unos diez metros, si son pozos verticales entrará perfectamente mientras que si son túmulos se verá que no van más allá, además con un sondeo se aprecian restos de lodos, señal del paso del agua, etc. Tentado estoy de pagarlo yo mismo», hacer ver el escritor, quien también muestra cómo los intentos de que la zona sea declarada BIC han sido siempre echados abajo en las Cortes autonómicas.

Ninguno de ellos ha sido objeto de excavación y de momento sólo se ha conseguido su inclusión en la carta arqueológica provincial y en las normas urbanísticas de Carrocera como elemento protegido. Los escritos e interpelaciones (apoyadas por asociaciones, particulares y ayuntamiento) pedían su puesta en valor con una banda de protección de 50 metros a ambos lados, paneles didácticos, sendero habilitado para su contemplación, etc. Todo aún en el aire.

Eso sí, reconoce López que aunque el final de tanta conjetura sería el sondeo... «lo más bonito de todo es la leyenda».

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