Diario de León

CULTURA

Los leoneses del ‘Titanic español’

Una exposición itinerante rescata la historia del transatlántico ‘Santa Isabel’, en cuyo naufragio perecieron más de 200 personas; entre ellas dos montañeses y un capitalino.

Vista general del ‘Santa Isabel’, buque moderno y lujoso que se hundió en enero de 1921, nueve años después que el ‘Titanic’.

Vista general del ‘Santa Isabel’, buque moderno y lujoso que se hundió en enero de 1921, nueve años después que el ‘Titanic’.

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E. GANCEDO | LEÓN
León

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Ya no había plazas en el Santa Isabel para Constantino García Díaz, sacerdote, de 47 años y natural de San Cibrián de la Somoza, la plena Montaña Oriental Leonesa. Hombre bien relacionado, obtuvo su pasaje para Buenos Aires sólo después de remover Roma con Santiago y de recurrir al influyente empresario Francisco Zapico. Horas antes de embarcar en un transatlántico que era el orgullo de los astilleros españoles de la época, fabricado en la factoría gaditana de Matagorda, ofició misa en una iglesia de La Coruña. Intervención divina, pura fortuna o debido a que el billete conseguido era de primera clase, el hecho fue que logró sobrevivir a una de las más graves tragedias marítimas ocurridas en las costas españolas, la que arrojó el Santa Isabel contra las rocas de la isla de Sálvora —frente a la playa de la Lanzada, Pontevedra— la noche del 2 de enero de 1921, y en la que murieron más de 200 personas.

Menos suerte tuvieron otros tres paisanos de Constantino, dos de ellos también montañeses: uno, Matías García Nañor, acababa de cumplir 16 años. La noticia le llegó a su padre Antonio en Puebla de Lillo, la villa de donde había partido buscando nuevos horizontes en la Argentina, y aquel hombre tuvo que pasar por el trance de escribir y enviar los suficientes datos personales para que pudiera ser redactada la preceptiva partida de defunción. En ella consta la profesión del mozo: «Jornalero».

También fallecieron Florencio Alfonso González, de 25 años y vecino de Vegamián —como el anterior, el padre se vio obligado a mandar señas que facilitaran la identificación, ninguno de ellos dejó testamento—, y un practicante capitalino, Vicente Delgado Pascual, también de 25. Falta su inscripción de defunción, y fue identificado gracias a Luis Cebreiro, el heroico segundo oficial, y a que en sus ropas encontraron el billete y un retrato. Un juez de Ferrol envió, tres meses después, una carta al de Instrucción de León para que tomara declaración «a deudos y familiares» del joven, pero, por los datos disponibles, esa información nunca se obtuvo.

Son las historias de los leoneses que viajaban en el vapor Santa Isabel, apodado el ‘Titanic español’, presentes junto a muchas otras en una gran exposición que ha podido contemplarse durante parte del verano en la lonja de Portonovo y que próximamente itinerará por otras localidades de la comunidad vecina. Una exhibición que consta de 88 cuadros y 186 fotografías además de maquetas, objetos testigo de la vida cotidiana a bordo —como parte de la vajilla o fragmentos de la cubierta original—, documentos de toda índole y un documental.

Tal y como refleja la muestra siguiendo la prensa de la época, el Santa Isabel, vapor de la Compañía Trasatlántica Española, chocó contra las rocas en torno a la una de la madrugada «a causa de la densa niebla» y probablemente también porque los tripulantes «confundieron la posición del faro viejo de la isla con el nuevo, a consecuencia de lo cual quedaron embarrancados a una distancia de 50 metros de la costa». El buque se hundió de proa, sobre las siete de la mañana, debido a un incesante oleaje que también hizo zozobrar a muchos de los botes salvavidas que intentaban ganar la isla. «En las primeras horas de la mañana, el mar ofrecía un aspecto desolador, flotando sobre las olas numerosos cadáveres, entre los que figuraban mujeres y niños de corta edad», ilustraba, días después, el Diario de Pontevedra. El capitán, Esteban García Muñiz, fue víctima de un ataque de locura y su intento de suicidio fue impedido por el célebre segundo oficial, Luis Cebreiro: «No sólo dio órdenes precisas sino que se mantuvo nadando y llevando consigo a un pasajero durante tres horas», según algunos testimonios.

Pocas horas después apenas quedaban restos del lujoso buque. Apenas se habían salvado cincuenta personas. Viajaban 270.

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