Diario de León

LA ENTREVISTA

«Llenar recintos como en León es volver a ser niño el día de Reyes»

Emmamnuel Pérez 'Gato' / Miembro fundador de Izal

De izquierda a derecha, Emmanuel Pérez, ‘Gato’; Mikel Izal; Iván Mella; Alberto Pérez y Alejandro Jordá

De izquierda a derecha, Emmanuel Pérez, ‘Gato’; Mikel Izal; Iván Mella; Alberto Pérez y Alejandro Jordá

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e. gancedo | león

Hay algo en la música de Izal difícil de definir pero que la hace irresistible para un público variado, entusiasta... y en número ascendente. Un público que corea Pánico práctico, La mujer de verde o Asuntos delicados a voz en cuello y generando en cada concierto energía suficiente como para poner a funcionar toda una central térmica. Un público que, como también ha sucedido en León —presentan hoy a las 22.00 horas su nuevo disco, Copacabana, en el pabellón del CHF, 1.080 es el aforo—, llena y agota todas las entradas. Un público que idolatra a cinco tipos que un día se juntaron para hacer música que llegase lejos, «no sólo para pasar un buen rato».

—¿Cómo llegáis a alumbrar temas tan redondos como ‘Palos de ciego’ o ‘Hambre’? ¿Cuál es la receta mágica de Izal?

—Quien compone todas las canciones es Mikel (Mikel Izal); siempre en su casa y siempre en bata. Y desde allí nos las suele enviar a los demás en forma de demo. Nosotros le damos vueltas, hacemos observaciones, nos preguntamos «¿qué nos pide esta canción exactamente?», porque a lo mejor unas exigen un aire más latinoamericano y otras un rollo más electrónico, como pasa en muchas de este Copacabana. Lo que no estamos es condicionados de antemano, en plan «vamos a hacer una canción folk, o una electrónica», no, es justo al revés.

—Se nota que no tenéis prisa a la hora de elaborarlas...

—Bueno, cada una va saliendo a su manera. Podemos decir que cada canción ‘respira’ el momento en que fue creada. Por ejemplo, las del disco Agujeros de gusano surgieron durante una gira, y creo que parte de la energía de los directos quedó atrapada en ellas. Éste, en cambio, lo hemos hecho con más calma, con más tiempo. Y fue realmente importante el apoyo de la gente de los estudios Blind Records de Barcelona, que nos ayudó con ese punto más electrónico, samples, batería, etc.

—Un rasgo muy destacado de vuestros temas es ese cuidado ensamblaje entre fondo y forma, entre letra y música, entre mensaje y melodía. ¿Es algo muy buscado, premeditado? ¿Os preguntan a veces lo que habéis querido decir en este o en aquel otro pasaje?

—Diríamos que cada canción alude a un concepto concreto y la música ha de reforzar, de realzar, ese concepto. En cuanto a sus significados, lo grande de las letras de Mikel, por lo que nos cuenta la gente y por lo que me parece a mí personalmente, es que cada persona puede hacer suyas esas canciones, que tienen la capacidad de adaptarse a todas las vidas y todas experiencias. Es como la Mujer de verde: originalmente habla de una amiga de Mikel pero es que todo el mundo tiene su particular ‘mujer de verde’, que puede ser desde un amigo a una mascota, alguien que, pase lo que pase, siempre está ahí, a tu lado, sirviéndote de confidente.

—Eso pasa también muy claramente en el propio tema de ‘Copacabana’, ¿no?

—Por supuesto. «Aquel momento que fue perfecto» es un momento diferente para cada persona que escucha ese tema. Aunque luego diga «Copacabana y claqué» y eso quede muy lejos para casi todo el mundo, en realidad no importa, hablamos del concepto universal de felicidad, de perfección. Está mal que yo lo diga pero esa sí que es una canción redonda, impresionante. Cada vez que vuelvo a ver el videoclip me emociono.

—¿Cómo gestionáis el asunto del éxito? ¿Os ha sobrepasado la respuesta del público?

—Los cinco venimos de proyectos muy diferentes en los que, a pesar de haber trabajado duro, nunca tuvimos la suerte de poder dedicarnos a la música. Y cuando Mikel y yo empezamos a buscar al resto, teníamos claro que éste no iba a ser un proyecto para pasar el rato. En un principio calculamos que con reunir en cada concierto a 250 personas nos salían las cuentas para vivir de esto. Pero claro, nunca pensamos lo que iba a venir luego, el sueño de cualquier músico. ¡Se nos ha ido de las manos!

—¿A qué se parece lo de estar ahí arriba tocando ante cientos, miles de personas?

—Pues... es una sensación un tanto infantil. Como volver a ser niño el día de Reyes, con tantos regalos por todas partes. Llenar recintos te genera una emoción inexplicable que se disfruta de una forma brutal. Y ahí arriba también hemos llorado muchas veces a causa de la emoción, de la energía que nos transmite toda esa gente moviéndose y cantando nuestras canciones.

—Al principio se os comparaba mucho con Vetusta Morla... ¿Os molestaba?

—No, para nada porque son los adalides, los abanderados de esto que algunos llaman ‘indie’ y que no deja de ser pop-rock cantando en español, como ocurre con Lori Meyers, Love of Lesbian, Supersubmarina... son estilos parecidos pero también con cosas diferentes. A mí me parece que todo este boom de grupos es súper enriquecedor, es como lo de los festivales, hay quienes critican la ‘burbuja’ que suponen, pero, ¿no es genial que la gente planifique sus vacaciones con arreglo a los festivales que quiere ver, toda esa revalorización del directo?

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