Diario de León

La libertaria Manoli Ramajo, en León

Manoli Ramajo, a la derecha, con otra madre contra la droga. USAL

Manoli Ramajo, a la derecha, con otra madre contra la droga. USAL

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León

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a. g. | león

La amplia implantación de la CNT y de las Juventudes Libertarias en León fue una de las cosas que más llamó la atención a Beatriz García Prieto en su trabajo sobre las represión de las mujeres en la época franquista. «No me lo esperaba», admite.

Manoli Ramajo, que hoy a las 2000 horas habla de su vida en la CNT de León, es una de las pocas libertarias de su generación. Nacida en Navas del Madroño, Cáceres, en 1940, en su familia se cuentan nueve fusilados y su abuelo sufrió cárcel durante 16 años. Sufrió la emigración del campo a la ciudad porque a su padre no le daban trabajo en el pueblo. Con 21 años y un hijo de pocos meses se fue a Alemania. Sin papeles y sin estudios. El contacto con otros emigrantes y en particular con José, un anarquista «que vivió la revolución social en España y el colectivismo», le descubrieron unas ideas que comparte con su activismo como madre contra la droga.

De Mujeres Libres, la organización femenina del anarquismo, le fascinó «su labor pedagógica en una época en que casi todas las mujeres eran analfabetas» y «estaban sujetas al hogar, a la iglesia, al patrón y al marido».

En Alemania formó parte de la Unión de Trabajadores Emigrantes, en la que convivían diversas tendencias políticas incluido el anarquismo. «Reclamábamos educación bilingüe y una ley de extranjería, la que teníamos era como la española actual», explica. Manoli Ramajo participó en el consejo de extranjería como representante del centro español que llevaba la misión católica. «Era la única trabajadora manual y con escasa cultura», apostilla.

En 1977 regresó a España con su compañero — «si no dejo a mi marido hoy sería una mujere muerta»— y participó en las luchas por la igualdad y emancipación de las mujeres. «Salí con el cartel yo también soy adúltera», comenta. No había divorcio y estaba penado vivir con otro hombre. Sacó el graduado escolar y la vida le colocó frente al reto de luchar contra las drogas por su hija: «Empezó a ponerse durante las movilizaciones estudiantiles por el asesinato de Yolanda», comenta. «La heroína acabó con dos generaciones y el Estado no hizo nada por impedirlo». Delinquió por la droga y salió de la cárcel muy enferma. En 1990 murió, pero ella sigue combatiendo desde la coordinadora de barrios de San Carlos Borromeo. «Somos el tercer país de Europa con más población reclusa: en 1977 había 10.500 personas en las cárceles y hoy son más de 70.000. Cada una nos cuesta 300 euros al día», recalca.

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