Diario de León

El rey de la plaza Circular

Proponen dedicar una efigie a Alfonso IX donde hoy se alza la Inmaculada Sería una de las escasas estatuas de un ‘monarca adolescente’ existentes en el mundo.

La escultura de la Inmaculada, en la plaza que lleva su nombre y que la ciudad conoce como la plaza Circular.

La escultura de la Inmaculada, en la plaza que lleva su nombre y que la ciudad conoce como la plaza Circular.

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e. gancedo | león

Desde que el pasado 22 de abril un grupo de intelectuales, profesionales y ciudadanos anónimos leyera de forma íntegra los famosos Decreta frente a San Isidoro, parece que la sociedad civil leonesa está de veras empeñada en hacer de un hecho histórico cierto —la convocatoria en la ciudad de las primeras Cortes de Europa en 1188— fuente de futuro, motivo de orgullo y divisa que ondear en cualquier latitud. Y así, en breve irán apareciendo ideas, propuestas y proyectos, surgidos del entorno de aquella lectura, encaminados a que, en primer lugar, León haga visible aquel acontecimiento. Esto es, un hito simbólico de la cuna del parlamentarismo que la gente pueda apreciar, que retratar o junto al que fotografiarse... e incluso hasta el que peregrinar.

La primera es la que contempla elevar una estatua a Alfonso IX, el monarca que convocara una curia regia declarada por la Unesco ‘memoria del mundo’ y germen del parlamentarismo actual... pero reflejado en el momento en el que la congregara, apenas adolescente. El escritor Juan Pedro Aparicio es quien defiende con ardor la idea y, preguntado por qué dedicar una escultura a este rey y no a otro, responde: «Es evidente, por los propios Decreta. Constituyen el legado más fácilmente universalizable del reino de León, algo muy fácil de entender por cualquiera, sea norteamericano o sueco. Si a eso le unes que han recibido el espaldarazo de la Unesco, sin el cual los propios leoneses muy probablemente no los hubieran aceptado, la respuesta es fácil».

Una atalaya privilegiada

Aparicio, de quien partió, junto al también escritor José María Merino, la idea de la simbólica y reivindicativa lectura de los Decreta, se inclina por elevar este nuevo monumento en un espacio de privilegio. «A mi juicio debiera de ser el monumento escultórico más destacado de la ciudad, por lo que Alfonso IX, VIII en realidad desde el punto de vista leonés, significa como precursor de la democracia representativa, en una tierra, por cierto, acostumbrada a la democracia directa de los concejos abiertos. La estatua que a mí me gustaría es la de un ‘rey niño’, la que contemplase a Alfonso en el momento de jurar los Decreta con solo dieciséis años. Sería una singularidad, algo extremadamente peculiar, un rey adolescente que comienza su reinado buscando el apoyo y la complicidad de su pueblo, del pueblo llano, para mejor gobernar».

«Las estatuas más destacadas hoy en León son Guzmán, única durante mucho tiempo, y, por su altura, la Inmaculada —analiza—. No se trata de destronar a un monumento para entronizar a otro. Pero si estos dos no existieran, cualquiera de sus emplazamientos sería el ideal. Más el de Guzmán que el de la Inmaculada, aunque la altura de este último no le vendría nada mal a nuestro buen rey, siquiera como desagravio por los muchos malentendidos y ofensas que ha recibido de la historiografía oficial española, que hizo de él casi un segundo Bellido Dolfos, todo para mayor gloria del mito de Castilla, o dicho más propiamente de Castispaña».

No cree Aparicio que la paradoja de que la ciudad carezca de estatuas dedicadas a sus reyes responda a una peculiaridad privativa leonesa, «acaso a la ambigüedad de ciertos políticos locales, prestos a servir a señores ajenos para ser cabeza de ratón, lo que exigía previamente que León no fuera León sino ratón —argumenta—. Ahí está la estatua de Guzmán, colocada en su lugar de noche y a espaldas de la ciudadanía, como un símbolo de lo que nuestros políticos parecían querer de nosotros: capacidad de entrega, sacrificar valles, aguas, hombres... con la misma firmeza con que Guzmán entregó el cuchillo para degollar a su hijo. Ya lo hicieron los romanos y ahí nos han dejado las Medulas, lo que era riqueza se ha quedado en monumento. ¿Será así León en unos años?». «La estatua de Alfonso IX debería de operar como una señal de alarma», dice.

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