Diario de León

La trama del claustro de Palamós

El periodista José María Sadia sigue la pista en un libro a las tres familias envueltas en la venta del monumento.

Portada del libro con Ignacio Martínez en el claustro. DL

Portada del libro con Ignacio Martínez en el claustro. DL

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verónica viñas | león

El ‘caso Palamós’ no está cerrado. Hay todavía demasiados cabos sueltos. Ni siquiera se ha podido resolver si es auténtico o la invención de un anticuario.

Fue el leonés Gerardo Boto, profesor de Historia del Arte Medieval en la Universidad de Gerona, quien lo descubrió por casualidad en una revista francesa de decoración. En junio de 2012, movido por la curiosidad de un claustro desconocido hasta entonces, Boto visita la finca Mas del Vent para ver de cerca los restos de un monumento románico plantados en el jardín de una lujosa villa.

El desgaste de la piedra y la decoración de los capiteles le llevan a aseverar que es una obra del siglo XII. Después irá más lejos al afirmar que se trata del claustro de la catedral vieja de Salamanca. La Generalitat, tras dos informes, desmiente su origen medieval. El primero apunta que es una recreación de principios del siglo XX; en el segundo, en cambio, admite la existencia de «un cierto número de elementos antiguos».

La historia fascinante del claustro enganchó al periodista José María Sadia, de La Opinión de Zamora , al averiguar que en medio de la venta del monumento está el anticuario zamorano Ignacio Martínez.

Sadia decide investigar los nombres que hay detrás de esta operación. El resultado es El último claustro , un libro en el que sigue la pista a los protagonistas de la historia y a sus herederos. El libro, que sale a la venta el día 27, desvela cómo se negociaba hace unas décadas con el Patrimonio, la fiebre de algunos coleccionistas extranjeros por conseguir tesoros españoles y la connivencia de las autoridades y de la Iglesia. Pero, además, desvela la historia personal de las tres familias que están detrás del ‘claustro viajero’: la del anticuario, la de los actuales propietarios y la de los madrileños que lo cuidaron, desmontado, en una finca de Ciudad Lineal. «Son los herederos de las tres familias los que tejen el relato», afirma el periodista.

Para la familia de Ignacio Martínez, el anticuario no era un depredador, sino «un amante del arte», una pasión que «inculca a su hijo Federico y a sus nietos». Sadia, tras conversar con los herederos de Martínez, ha suavizado la imagen de quien está detrás de numerosas operaciones de venta del Patrimonio leonés, y al que siempre se ha pintado como un ‘caza tesoros’ sin escrúpulos.

«Hay que viajar a la época. El anticuario es una pieza más de un entramado en el que también están el Estado y la Iglesia», aclara Sadia, que en el libro ha querido destacar su faceta humana y su habilidad para el negocio de las antigüedades.

Martínez, que es encarcelado durante la Guerra Civil, tras la contienda será pieza clave en la colección que reúne el Museo Marés de Barcelona, donde custodian entre otras piezas la puerta del monasterio de Carrizo de la Ribera. El anticuario zamorano colocó destacadas piezas del patrimonio leonés a coleccionistas como el magnate de la prensa estadounidense William Randolph Hearst y al fundador de la Hispanic Society, Archer Milton Huntington.

Martínez también pudo haber traficado con las únicas piezas conocidas del primitivo San Isidoro. El ‘relieve perdido’ de la colegiata fue vendido en Barcelona entre 1929 y 1947.

La familia Ortiz proporcionó igualmente a Sadia cuantiosa información y fotos de su vida en Ciudad Lineal, donde convivieron dos décadas con una montaña de piedras de las columnas, capiteles y arcadas presuntamente románicas. El autor de El último claustro incluso habló con las monjas que compraron luego la finca de los Ortiz.

Por último, Sadia entrevista a los poderosos Engelhorn, el clan alemán propietario del antiguo imperio farmacéutico Boehringer Mannhein, quienes adquieren el claustro en la década de los 50 y lo montan en la finca Mas del Vent. Sadia aporta un punto de vista diferente —el de sus protagonistas— y datos inéditos de un caso apasionante. El último claustro contiene información valiosa para que el lector pueda juzgar si el claustro procede de la catedral vieja de Salamanca o si fue la genialidad de un anticuario.

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