Diario de León

MINORÍAS ABSOLUTAS

Naturaleza y desobediencia

Publicado por
rafael saravia
León

Creado:

Actualizado:

La incoherencia es nuestra carga más pesada. La facilidad con la que nos negamos a nosotros mismos casi a diario es la principal barrera que nos desautoriza como seres pensantes. Por eso, cuando uno conoce a personas que han logrado derribar de manera notable su muro de incoherencia vital, yo me descubro con vítores y alimento la esperanza de que también yo pueda algún día demoler algún ladrillo de mi todavía gigantesco tabique.

Hoy rememoro el nacimiento de un hombre que generó ejemplo en su acción. Un pensador y poeta que supo de la importancia de desobedecer la conducta generalista a pesar de las consecuencias que podría sufrir. Alguien a quien el conocimiento profundo del ser humano le hizo renunciar a todo el envoltorio social al que estamos acostumbrados a «disfrutar». Henry David Thoreau nació hace exactamente 200 años. Su corta vida dio frutos impagables para aquel que no quiere engañarse a sí mismo y sabe de los dolores del ego y la prepotencia humana. Tal vez por la conmemoración del centenario, o por la suerte de una abrasión fatal en la corteza de lo imposible, en estos últimos meses se ha publicado y sacado a la luz decenas de libros que reúnen sus escritos.

Desde la sobriedad filosófica de este hombre, a través de la naturaleza siempre presente, grandes pensadores y dirigentes —os hablo de personas como Gandhi o Luther King— irguieron sus discursos y conductas para cambiar desde la acción personal un mucho de la sociedad en que vivían. «¿No es posible que un individuo tenga razón y un gobierno no?» decía Thoureau.

Todas sus obras —Diarios, Walden, Desobediencia Civil, Cartas a un buscador de sí mismo, etc— son exploraciones en el alma y el fundamento vital del hombre libre. Sin duda en este retiro estival recomiendo la lectura de cualquiera de estos títulos suyos –y tantos que me quedan por leer- para mantener alerta el estado permanente de negación a la felicidad en el que vivimos. Pues nada de lo que se vende genera la bonanza de la conciencia individual, tan sólo son parches que acrecientan el desasosiego.

El tiempo, la naturaleza que nos conforma y nos rodea, la libertad personal como inicio del todo, el conocimiento personal para mejorarnos. Todo esto fue el camino que ejerció Thoureau para sentir la plenitud. Un hombre que combatió la cultura neoliberal del tener, el gastar, el poseer sin medida: «El efecto de un buen gobierno es hacer que la vida tenga más valor; el de un mal gobierno, que tenga menos valor. Podemos permitirnos que el ferrocarril y todo lo meramente material se devalúe, porque ello nos lleva únicamente a vivir de forma más sencilla y económica, pero imaginad que se devaluara la propia vida».

Hay un aprendizaje constante que sólo nos corresponde a nosotros ejercer: «Sobre cómo impedir que se pudran las patatas, mi opinión bien puede cambiar de año en año, pero sobre cómo impedir que se pudra el alma, no tengo nada que aprender, sino algo que poner en práctica». Gracias Thoureau por mantener la alerta diaria.

tracking