Diario de León

LA ENTREVISTA

El Conservatorio debería tener una cátedra de órgano

SAMUEL RUBIO / DIRECTOR DEL FESTIVAL DE ÓRGANO

Samuel Rubio, director del festival internacional de Órgano. J. CASARES

Samuel Rubio, director del festival internacional de Órgano. J. CASARES

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pacho rodríguez | león

Samuel Rubio (Posada de Omaña, 1943) imagina la vida como si fuera un pentagrama. Un día se fijó en una y pensó que si tuviera el mejor órgano de Europa sería la mejor del mundo. Sí, es esa que está en lo alto del final de la calle Ancha. La Catedral de León. Aunque este leonés de la montaña que es Rubio tenía un futuro en Roma, donde fue director de una tal Capilla Sixtina del Vaticano, avalado por su maestro Doménico Bertolucci... Era 1977, el año del punk. Pero Samuel Rubio cambió una capital italiana a todo color por una España en la que la vida empezaba a dejar de ser en blanco y negro. Y, entonces, el organista titular de la Catedral de León lo era por oposición. Y la ganó. Y ahí empieza el reto de conseguir un órgano para la Catedral que se comienza con el Festival Internacional de Órgano Catedral de León. Y son décadas de un evento que deslumbra por fuera y, a veces, se ignora por dentro. Pero la Catedral ya tiene el mejor órgano de Europa. Y él cumple 40 años redondos como maestro titular del órgano del templo gótico más importante de España.

—Cumple 40 años al frente del órgano de la Catedral de León, con la renovación y con el festival que supone que León sea un referente en música clásica. ¿Qué le falta ahora?

—Seguir. Pelear. Pelear es que no te puedes parar. Ojalá nos pasara que fueran las instituciones las que nos llamaran. El festival debería estar institucionalizado. Tenemos una relevancia internacional en cuanto a programación y ahora en cuanto a la calidad del órgano. Los intérpretes que vienen se quedan encantados y dicen que desde el aspecto técnico es maravilloso.

—¿Y en cuanto a público no ocurre lo mismo, teniendo en cuenta que se trata de un evento de música clásica que no es frecuente en León?

—El público leonés ya ha alcanzado la mayoría de edad. La única espinita que se puede decir que tenemos en este sentido es que al ser sin pagar, hay gente que entra pero no sabe qué va a ver y se va. Aunque lo normal es que haya llenos y público entregado. Hay gente de fuera que se encuentra de visita en León y descubre alguno de nuestros conciertos, y luego te lo agradece al acabar porque se quedan maravillados.

—¿Los artistas también se implican así?

—Hay intérpretes consagrados que quieren venir a León. Porque estar en León, y en el festival, para ellos es como jugar la Champions. León les gusta y lo normal en este tipo de artistas es que sean agradecidos y modestos.

—Ya que lo dice, ¿León también es de Champions en cuanto a cultura?

—León asombra en Europa, por su Catedral, por el festival, por esa exhibición de Gótico, de luz y sonido, que es todo en su conjunto. Creo que nosotros, modestamente, hemos contribuido a que en el mundo se hable más de León.

—Otra cosa sería en España... ¿no?

—En España o en León. Igual se da la paradoja de que hay que salir fuera para ver la importancia de lo que se hace dentro. Es incomprensible que el Conservatorio no tenga una cátedra de órgano. Vendría gente de, por ejemplo, Salzburgo, y no se tendrían que ir a estudiar fuera los de aquí.

—En lo personal, haber dedicado su carrera a León estando en Roma, ¿es pasión o locura?

—Las dos cosas seguro. Me vine porque quería estar con mis padres, con los que no había estado de pequeño. Quiero pensar que la pasión no me la va a quitar nadie. Y que, en realidad, más que hablar de sitios sería decir que he dedicado los años de mi vida a la música clásica.

—Pero al frente del Festival de Órgano las han pasado canutas. Estuvo a punto de desaparecer en estos años de crisis... ¿Merece la pena llamar a puertas que se abren sólo cuando quieren?

—La verdad es que voy por la calle y me paran y me animan y felicitan más veces que las puertas que me abren las instituciones. Pero es el mundo que hay y es así. De repente, la Junta nos da un dinero que nos negó años anteriores. Casi no entendemos ni el sí ni el no. Hay gente de las instituciones que, prácticamente, nos ha dicho: «Ya tenéis el órgano. No deis la vara». Bueno, con todos mis respetos, son opiniones.

—¿Y usted está todo el día pensando en música clásica y en este festival? ¿No tiene alguna afición más sana?

—Me gusta pasear. La lectura, la pintura. Y me fascina la escultura. Y la magia de la música, porque es intangible. Es algo que te emociona y a la vez se te escapa.

—¿No echa de menos sus años en Roma?

—Puedo tener una nostalgia como reflexión de mi vida. Pero, de momento, y espero que por mucho tiempo, el futuro está a la alcance de la mano.

—¿Y por edad no tuvo tentaciones rocanroleras? ¿Conoce a Los Cardiacos?

—Nunca me gustó el rocanrol. Pero lo respeto. Todo lo que sea educar en la sensibilidad, aunque sea rocanrol, es bueno para la sociedad.

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