MINORÍAS ABSOLUTAS
Olemos a muerto
La pandemia que infecta a las sociedades occidentales con respecto a sus conductas medioambientales empieza a ser letal. Hay un ninguneo en la conciencia civil y una costumbre generalizada para evitar este olor a muerte que nos rodea, que, a estas alturas, nos consagra como sepultureros y genocidas de nuestra propia sociedad.
La barbarie que sufre Galicia estos días es incomprensible. Pareciese que no se aprende nunca, que el chapapote siempre estará presente en forma de derrame o en forma pirómana. Estos días varias poblaciones de León amanecían sin sol, sin luz y con la ceniza del desconcierto y la fatalidad flotando en el ambiente. Un panorama que hace real la decadencia visualizada en las películas, un episodio que supera la decrepitud de Blade Runner.
Esto lo vivía todo el Bierzo porque allí también había fuego. Imagínense cómo estarán las miles de familias afectadas por las miles de hectáreas calcinadas. Imagínense qué pensarán los gallegos de que hace unos días se haya aprobado la extinción de más de 400 plazas de brigadistas forestales por acabar su contrato de verano —estando ya algún foco de los actuales en activo—. Imagínense qué debemos pensar cuando el acto de gastar dinero en salvaguardar nuestro entorno, protegerlo, educar en la primordialidad de su conservación, nunca está en la mente del que legisla e invierte nuestros recursos. Siempre hay poco dinero para esto. Siempre sobra dinero para cajas B, sobres, 3%, y macroinversiones financieras que benefician a quien lo hacen y nunca al conjunto social.
Nuestro planeta sufre ese nacionalismo atroz también. Cada quien se preocupa de su parcela sin mirar globalmente. Hace unos días supimos de la trágica historia de los pingüinos Adelaida, que por culpa de los movimientos de hielo provocados por el cambio climático, han visto cómo su población ha disminuido de 160 mil a cerca de 10 mil en tan sólo 6 años. Un exterminio natural en el mundo animal que hasta causaba risa a algunos desalmados.
Casi 30 muertos con estos incendios en Portugal, 4 muertos en Galicia, más de 400 desplazados en Vigo, y las cifras aumentan cada hora. Jamás en la historia de Galicia se había visto un nivel de contaminación tan inmenso en tan poco tiempo. Pero esto también pasará. Aunque se ha demostrado que la mayoría de estos incendios obedecen a un patrón provocado, aunque se hable de terrorismo ecológico y ambiental, aunque la ley siga beneficiando la economía de lo quemado y destruido y el gobierno no quiera cambiarla, nadie ha visto nada y nadie denuncia.
Seguiremos mirando para otro lado, porque el siguiente incendio, el siguiente huracán, la siguiente inundación posiblemente esté un poco más lejos de nuestros seres queridos... no somo capaces de darnos cuenta que este planeta es demasiado pequeño, que todo afecta a todos de alguna manera. No nos damos cuenta de la tristeza que supone escuchar muerte y tener acostumbrado el oído y el olfato, no inmutarse, seguir con el café de cada día sin cambiar un ápice nuestra costumbre.