Diario de León

CULTURA ■ UNA PIEZA SINGULAR

La curiosa herencia que Merino dona a la Catedral

El escritor y su mujer ceden al museo del templo gótico un singular cristo de marfil del siglo XVII que fue adquirido en un anticuario en los años cincuenta.

Máximo Gómez Rascón, Mari Carmen Norverto,  el escritor José María Merino y el deán Antonio Trobajo. DL

Máximo Gómez Rascón, Mari Carmen Norverto, el escritor José María Merino y el deán Antonio Trobajo. DL

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León

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verónica viñas | león

Seguramente Jerónimo Norverto nunca imaginó que el Cristo que compró en un anticuario en los años cincuenta acabaría en la Catedral de León. Con el tiempo su hija menor se casaría con el escritor José María Merino y ambos acabarían heredándolo.

La historia podría haberla urdido Merino para uno de sus Cuentos del reino secreto, aquellos que el académico pudo fabular gracias a un extraño velador que había adquirido en un anticuario y donde mientras hacía unas anotaciones tuvo la iluminación de numerosas tramas literarias, por lo que intuyó maravillado que el mueble estaba impregnado de cuentos.

El marfil de los Merino-Norverto —o más correctamente, de los Norverto-Merino, como puntualizó el escritor leonés—forma parte desde ayer de los fondos de un museo donde una de cada tres obras de arte procede de donaciones de particulares. El suegro del autor de El heredero era aficionado a los marfiles; llegó a reunir cuatro cristos similares. «A mí, que era la pequeña, me tocó éste», confesó Mari Carmen Norverto. Nada se sabe de la procedencia del crucifijo; únicamente que Jerónimo Norverto lo adquirió en los años 50 en un anticuario de León o bien en uno de Madrid, cuya tienda estaba próxima a las Cortes, según contó su hija. El delegado de Patrimonio de la diócesis de León y director del Museo Catedralicio, Máximo Gómez Rascón, remarcó la singularidad de esta pieza del siglo XVII o XVIII, de autor anónimo y perteneciente a la llamada escuela castellana. «Es el único Cristo que hay en la colección de marfiles del Museo que tiene los ojos abiertos, perfectamente marcados, lo que indica que probablemente pudo haber pertenecido a algún Calvario», afirmó Rascón. La cruz y el ‘Inri’ —colocado al revés— hacen pensar que no son los originales y refuerzan la tesis de que el Cristo estuvo en otro lugar. El valor de esta obra es un enigma, puesto que sus hasta ayer propietarios nunca la tasaron.

Fue tras varias visitas al Museo de la Catedral —«que no es suficientemente conocido, pese a que en su interior preserva objetos deliciosos», según Merino—, cuando el escritor y su mujer se decidieron. Pensamos: «‘¡Qué sitio más adecuado para que el crucifijo de Jerónimo esté allí!».

Mari Carmen Norverto recordó que estudió en la Escuela de Comercio cuando tenía su sede en la calle Daoíz y Velarde, por lo que todos los días pasaba ante la Catedral. «Era como mi casa». «Siempre que vengo a León la visito». El escritor reconoció que fue su padre, Bonifacio Merino, quien le trasladó el amor por la Pulchra.

«Muchas de las piezas que se encuentran en la colección han sido donadas después de haber sido piezas de cultos, un gesto que no puede ser más indicativo de que la Catedral la llevan todos en el corazón», aseguró Rascón, quien recordó que el Museo Catedralicio-Diocesano tuvo 30.000 visitas el año pasado, un museo creado hace justo un siglo que espera recibir en las próximas semanas otras tres donaciones.

Resulta curioso que Agatha Christie también donó al Museo Británico una colección de marfiles, descubiertos por el arqueólogo y marido de la célebre escritora y que ella preservó durante un tiempo en crema de cutis.

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