Diario de León

MINORÍAS ABSOLUTAS

Mayo del 68

Publicado por
rafael saravia
León

Creado:

Actualizado:

En mayo y junio de 1968, en París, la venta de libros subió un 40%. No es baladí este dato. El movimiento cultural e intelectual de occidente se posicionó activamente a favor de un movimiento de huelgas laborales que poco a poco fueron tomando una fuerza irreconocible gracias al apoyo del movimiento estudiantil y el mundo de la cultura de ese momento.

No hay que olvidar el origen, sin duda de conciencia obrera y anticapitalista, pero es verdad que sin el recurso de la idea, sin la firme convicción de los intelectuales y artistas del momento de que el mundo se podía cambiar en ese instante, en mayo del 2018 no hablaríamos de ese movimiento histórico que hoy cumple medio siglo y que alimenta todavía la esperanza de un nuevo resurgir.

Ese mayo de 1968 hubiese sido un momento de lucha obrera más en este disparatado ascenso de la desigualdad social que todavía vivimos. Pero hoy lo recordamos porque la lucha activa vino del mundo de la cultura. Los filósofos Jean-Paul Sartre, Alain Badiou, Jacques Rancière, Maurice Blanchot y Daniel Bensaid; el editor François Maspero; o los escritores Martine Storti y Guy Hocquenghem, por poner un mero ejemplo de los muchos que estuvieron, dieron forma, estructura de pensamiento y voz profunda a la idea de cambio.

Una muestra clara de cómo la acción pesaba tanto como el pensamiento fue el ejemplo que llevaron a cabo los estudiantes de Bellas Artes. Durante mayo del 68, dichos estudiantes irrumpieron en su escuela, que rebautizaron como ‘Taller popular de las Bellas Artes’, y se dedicaron a producir los carteles de apoyo a la huelga que en aquellos momentos cubrían las paredes de París. La intención de esos carteles era afirmar, de manera directa y eficaz, que la lucha continuaba: «contraofensiva: sigue la huelga», «Sigamos luchando», «conductores de taxis: sigue la lucha», «Maine Montparnasse: la lucha continúa».

La idea de estos carteles no era recrear artísticamente lo que estaba pasando, sino irradiar los sucesos identificándose con ellos. Hasta tal punto fue así, que hasta las técnicas artísticas se supeditaban a la necesaria difusión de los sucesos: Los estudiantes renunciaron a la litografía que apenas ofrecía 10 o 15 copias por hora, y se pasaron a la serigrafía, que permitía producir cientos de ejemplares por hora.

Comparto el pensamiento de Sartre: «Como todos los soñadores, confundí el desencanto con la verdad». La cultura como soporte imprescindible de los cambios sociales se materializó de manera brillante en esos días hace medio siglo. Hoy pareciese que cultura y reivindicación no pudiesen caminar de la mano. Entre otras cosas, porque muchos poderosos saben que es la manera de fijar cambios reales en la sociedad en que vivimos.

Pero sigo confiando en las paredes, en la cultura, en su mensaje. Como aquella pintada del 68: «El poder tenía a las universidades,/ los estudiantes las tomaron./ El poder tenía a las fábricas,/ los obreros las tomaron./ El poder tenía la ORFT,/ los periodistas la tomaron./ El poder tiene el poder,/ ¡A tomarlo!».

??

tracking