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El Renacimiento regresa a Grajal

A golpe incansable de petición y rastreo de ayuda pública, el alcalde de Grajal va recomponiendo ese puzle que es el ingente patrimonio histórico de la villa. Con casi 80.000 euros ha restaurado el oratorio del palacio y ya tiene financiación para la gran joya del conjunto: la magnífica escalinata. .

En las fotos de arriba, escalinata, artesonado, el recuperado oratorio, y Francisco Espinosa en dos estancias. JESÚS F. SALVADORES

En las fotos de arriba, escalinata, artesonado, el recuperado oratorio, y Francisco Espinosa en dos estancias. JESÚS F. SALVADORES

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León

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e. gancedo | grajal

Cuando redactor y fotógrafo llegan a Grajal de Campos, su alcalde —Francisco Espinosa, 84 años de edad, 25 de ellos al frente del municipio— lee tranquilamente el periódico en la galería del gran palacio renacentista, la monumental ‘cabeza de cartel’ de esta siempre sorprendente villa terracampina. Es uno de los espacios más halladeros y respetables del edificio, a un tiempo soleado y protegido, y probablemente no hay nadie con más derecho que él para ocupar ese lugar antes reservado al recreo de los poderosos condes de Grajal: lleva más de dos décadas librando una batalla indómita contra el olvido institucional y en favor de un patrimonio que, de estar en casi cualquier otra geografía, sería conjunto de visita imprescindible, todo él una sucesión de templos, ermitas y monasterios, palacio y castillo señeros, y puertas de muralla, y misteriosas cuevas mozárabes.

Cuando tomó las riendas del ayuntamiento, parte del legado histórico de Grajal estaba en el suelo o a punto de caer a él. El palacio y otros edificios eran víctimas de saqueos continuos —«esas puertas que ves las iban a llevar para venderlas»— y del puro y letal abandono. Todo lo ha hecho, él y su equipo, a golpe de llamada telefónica, de petición personal, de rastreo incansable de ayudas públicas —unos años consiguen más, otros menos—, y así están recomponiendo, poco a poco, este complejísimo puzle patrimonial.

El último logro ha sido restaurar un espacio muy singular del palacio condal: el oratorio desde el que los nobles seguían la misa celebrada en la también muy notable iglesia de San Miguel sin necesidad de mezclarse con el vulgo. Se ha recuperado el artesonado; el pavimento, completado con piezas de otros rincones; enlucido los muros; protegido el hueco que les permitía contemplar, desde lo alto, la eucaristía, y hasta se han descubierto unas pinturas con motivos heráldicos cuyo verdadero valor habrán de determinar, ahora, los expertos. Pero también se ha rehabilitado la llamada «alcoba de la condesa», inmediata al oratorio, donde dormía la propia Tomasa de Borja, esposa de don Juan de Vega, y quien donó a la parroquia cerca de cien reliquias recibidas de manos del papa.

Esta obra ha sido posible gracias a unos 40.000 euros de ayuda pública —del gobierno autonómico y también de la Diputación—, que se suman a una cantidad similar con la cual se ha podido reparar otra amplia estancia del segundo piso, incluida la reparación y reposición de piezas del artesonado, colocación de ventanas y enrejado, descubrimiento del bello zócalo... todo ello a cargo, como es costumbre desde hace años, de la empresa Decolesa.

Pero Francisco Espinosa no parará hasta ver este conjunto histórico en perfectas condiciones («de cuatro partes que tiene el palacio están restauradas una y media», ejemplifica), y por eso no oculta su satisfacción ante un logro sobresaliente: dice ya tener comprometida la financiación necesaria para reparar y hacer que vuelva a brillar la gran joya del edificio: su monumental escalinata.

Múltiples batallas

En el recuerdo, los cien postes que compró nada más hacerse cargo de la alcaldía, para sostener el palacio porque se hundía ante sus ojos; el plan integral para la puesta en valor de la villa, «que ahí está, dormido», critica; el mal trago de aquellas monjas carmelitas que se llevaron a Toledo las tallas del convento en 2007; la pena por que no se pongan en valor unas insólitas cuevas mozárabes... muchas batallas entabladas y algunas que se van ganando. De hecho, los esfuerzos del alcalde no sólo han sido recompensados con el reconocimiento de Socio de Honor por parte de la veterana asociación Promonumenta sino que la afluencia de visitas y peregrinos —también habilitó un cómodo albergue— es manifiestamente creciente, a partir de la primavera, desde hace pocos años. Sin ir más lejos, Francisco Espinosa espera que ahora se dote de un guía o vigilante, que son labores que ahora hace él mismo (o el teniente de alcalde) al palacio y también al imponente castillo artillero, que acaba de estrenar iluminación nocturna pero que pide a gritos poder ser caminado de modo completo.

Por otro lado, el Servicio de Publicaciones de la Universidad de León acaba de editar El conjunto histórico de Grajal de Campos, un libro coordinado por los profesores María Dolores Campos, de la ULE, y Javier Pérez Gil, de la Universidad de Valladolid. La obra recoge los resultados del proyecto de investigación desarrollado desde los institutos de Humanismo y Tradición Clásica y el Universitario de Urbanística. «Desde múltiples perspectivas, el libro analiza la importancia de la villa en términos patrimoniales», afirmaron sus autores.

«Tres cosas tiene Grajal/ que no las tiene León/, un palacio, un castillo, y en la plaza un callejón», recita Francisco Espinosa. Y dobla el periódico y se marcha para casa.

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