Diario de León

PATRIMONIO

Un Dios vestido de plata, oro y bronce

La restauración del retablo de Villanueva de las Manzanas desvela una obra «de policromía exquisita» Data del siglo XVI.

El restaurador Manuel Martínez trabajando en el retablo de la iglesia de Villanueva de las Manzanas.

El restaurador Manuel Martínez trabajando en el retablo de la iglesia de Villanueva de las Manzanas.

Publicado por
E. GANCEDO | VILLANUEVA DE LAS MANZANAS
León

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Ocurre a veces que las joyas más preciosas pasan desapercibidas tan solo por lo mucho que sobre ellas se ha acumulado el polvo y el tiempo, y en casos como este también las goteras y los insectos que se alimentan de madera. Pero en cuanto caen en manos expertas, en manos que saben descubrir lo valioso que hay detrás del óxido y recuperar lo que parecía irrecuperable, la vieja joya comienza a brillar. Es lo que está sucediendo en el retablo mayor de Villanueva de las Manzanas, donde los restauradores Marta Eva Castellanos y Manuel Martínez están librando una silenciosa pero feroz batalla contra el tiempo. Y revelando, poco a poco, cómo este conjunto de tallas, pinturas y relieves que parecía valioso, lo es mucho más. Data del siglo XVI y es fácil descubrir en sus hechuras las manos hábiles de artesanos relacionados con el taller del gran Guillermo Doncel y otros. «Estaba muy oxidado, muy envejecido», explica la restauradora, quien a la vez comenta que en esta ocasión no ha sido preciso llevarlo al Taller de Restauración del Patrimonio de la Diócesis dado que, entre otras cosas, no presentaba insectos xilófagos vivos. Las tablas y las figuras, eso sí, se están desmontando y restaurando con mimo en la propia iglesa. «La policromía de este retablo es exquisita», se maravilla Castellanos. Y apunta a la figura de Dios en lo alto, que ahora está dejando ver su revestimiento de plata («algo inusual», indica), y varios otros detalles como la granada abierta por donde asoman los granos o los ángeles de enorme expresividad.

«Desde abajo no se aprecia, pero cuando subes allá arriba ves, por ejemplo, cómo habían pintado de modo perfecto la pupila de un ángel, con nada menos que una docena de pinceladas para hacerla, con su lagrimal incluido», destaca. Y reflexiona: «Los artesanos renacentistas tenían un nivel de exigencia extraordinario, nada que ver con lo que vino después, el Barroco, ni, por supuesto, con el Neoclásico. Podemos aprender mucho de ellos». Además, alude a los ‘mensajes ocultos’ de la obra, entonces muy claros para los fieles de la época de su creación pero oscurecidos en la nuestra. «Es un retablo que abunda en uvas, granadas e higos, frutas que aparecen con frecuencia en la Biblia y que son sinónimo de la Tierra Prometida», describe.

El sol y la luna, las pequeñas imágenes de las ‘virtudes’ que siempre buscan la elegancia y la armonía, la talla de Cristo ya limpio y restaurado para sorpresa de los vecinos del pueblo, el curioso Satanás con cuernecillos que también espera su turno... toda la obra es un alarde de detalles y de talento. «Los gremios de aquella época controlaban muy bien el trabajo, y uno no era maestro hasta que no pasaban varios años, tantos al menos como en una carrera superior de nuestro tiempo», dice. Pero la restauración, que consta de dos fases —una con un presupuesto de 14.850 euros, y otra de 9.400 euros—, pagada por la Diputación y la Diócesis, y promovida por la junta vecinal, proporciona más información de la que podría pensarse.

Así, tras restaurar muchos retablos de este tipo y conocer bien sus templos, sobre todo en el cuadrante Sureste de León, Marta Castellanos calcula que el retablo se elaboró entre 1550 y 1570, y que se hizo juntamente con la iglesia actual o muy poco después. «En el siglo XVI se elevaron la mayoría de iglesias que no son románicas o góticas, por las buenas cosechas y el capital que venía de América», observa. Pero también ha podido apreciar que, en una fecha no lejana a su construcción, ciertos problemas —«goteras, que estaban acabando con la policromía»— motivó que se retiraran tablas y se procediera a su repintado, algo que hizo una mano diestra. «Esto demuestra el gran aprecio que este pueblo tuvo por su retablo, pues no dudaron en encargar las obras a un especialista», dijo Castellanos, quien, por otro lado, lo pone a la altura de los magníficos retablos de Grajalejo de las Matas y de Carbajosa de la Sobarriba.

En cuanto a la temática del conjunto, recuerda que gira en torno a escenas de la vida de San Juan Degollado, patrón de la localidad, excepto una Anunciación. De hecho, el objetivo era tenerlo listo para dentro de una semana, cuando se celebran las fiestas de esta villa a orillas del Esla, pero la inauguración tendrá que esperar algo más. Porque a Castellanos y a Martínez les está dando mucha ‘guerra’ ciertas pinturas que sólo conservan el 10 o el 15% del color, y el hecho de que, ya entrado el siglo XX, y con motivo de unas obras en la iglesia, una cementación que bajó la altura del techo, se desmontó y volvió a montar de forma poco adecuada.

«La labor de un restaurador siempre tiene que descansar sobre el hecho de que lo restaurado sea discernible y reversible: no podemos inventar apenas nada —aclara la experta—. De este modo, el técnico que dentro de 200 años acuda a comprobar el estado de la obra, sabrá qué parte es la rehabilitada». 200 años que dure... u otros 500 más.

Marta Castellanos, en plena labor. JESÚS F. SALVADORES

El restaurador Manuel Martínez trata una de las tablas maltrechas de este formidable retablo creado, presumiblemente, entre 1550 y 1570. JESÚS F. SALVADORES

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