Diario de León

Arte

Homenaje con Andrés Viloria al fondo

La sala Provincia ofrece una exposición retrospectiva del artista berciano Incluye obras de sus cuatro grandes etapas.

Dos de las creaciones expuestas en la sala del ILC. CUEVAS

Dos de las creaciones expuestas en la sala del ILC. CUEVAS

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marcelino cuevas
León

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Andrés Viloria nació hace justamente cien años en el pueblo de Torre del Bierzo. Fue uno de los más señalados pintores leoneses del siglo XX. Su obra, para muchos informalista, está dividida por los críticos en cuatro grandes capítulos: una primera época emparentada con las pinturas negras, otra en la que de alguna manera se sumerge en los recuerdos prehistóricos, la tercera que corresponde al rescate de historias a través del trabajo sobre restos de objetos, especialmente de madera, y la última en la que, sobre papel, luce con enorme fuerza el color.

Y de estas cuatro visiones hay sobrada muestra en el más de medio centenar de cuadros que se muestran en la Sala Provincia del ILC. Adolfo Alonso Ares explicó ayer que el artista «fue un hombre poliédrico, un humanista al que le interesaba la historia, el patrimonio cultural de su entorno, la poesía y, naturalmente, la pintura. Fue un personaje clave en la creación del Instituto de Estudios Bercianos y también un apoyo importante para otros artistas de su tierra. Además nunca tuvo interés en vender sus pinturas, rechazando ofertas de importantes galerías nacionales».

Luis García Martínez, comisario de la muestra, explicó el planteamiento que se ha seguido para la instalación de la obra del artista berciano: «Hemos intentado hacer un montaje en el que se plantean las etapas estructurales de forma secuencial, para que al recorrer la sala el espectador tenga una visión global de la obra de Viloria a través del tiempo».

La primera etapa creativa de Andrés Viloria se caracteriza por la utilización de las texturas matéricas superpuestas a la superficie pictórica y también de texturas visuales por medio de modulaciones tonales. «En ocasiones —dice Luis García— mantiene el lienzo tradicional como soporte, pero emplea en muchos casos la tabla industrial de aglomerado. Son obras monocromas, densas e intensas en consonancia con ciertas propuestas del informalismo español».

«Destrucción» pictórica

La segunda fase introduce cambios fundamentales que suponen un giro muy significativo, «Incluso me atrevería a decir —sigue García— que comienzan los primeros pasos hacia la negación o destrucción de la pintura en sí misma. La luz intensa y deslumbrante inunda el plano pictórico, un plano herido, abierto y desgarrado por el corte de la gubia y el formón». Un nuevo giro estructural marcado por varios cambios substanciales: «El protagonismo de la obra se traslada al material con el cual la formaliza, madera de calidad, muchas procedentes de la reutilización de muebles antiguos, hecho singular que incorpora dos cuestiones de interés a su obra. La primera la transformación icónica y la segunda la importancia que concede a la materialidad como clave de la obra artística».

«Y por último —asegura— el papel sustituye a la materia densa, rígida, la negación del color da paso a una intensa y enérgica gestualidad colorista, que parece liberar ancestrales energías interiores. El trazo gestual se convierte en protagonista esencial».

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