Cuando el arte es un acto cómplice con lo que le rodea

Un hombre mayor pasa delante del león que surge del asfalto de la plaza de San Marcelo. Da dos pasos atrás, saca el teléfono móvil y le hace una fotografía. Una niña deja su patín y acaricia el pelo de bronce de un león pacífico como la ciudad a la que representa. Cuando Juan Antonio Cuenca y Álex Sáenz de Miera acometieron esta obra pensaban en la popularización del arte, más que en hacerse célebres. Pero como ocurre en estos casos, muchos ya se preguntan quién o quiénes habrán sido los autores de esta obra para la historia. De hecho, Cuenca señalaba ayer que si sirve para arrancar una sonrisa al leonés en estos tiempos serios, ya se daría por satisfecho. El caso es que el león que no ruge sí es la mascota que tal vez se escapó de la ciudad y vuelve para convertirse en el talismán de los tiempos inciertos.