Diario de León

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Humor melancólico de un autor de Sariegos

«No quiero parecer una persona seria». Alfredo Álvarez se toma tan en serio que a veces no se pilla el humor que atesora. En ‘Muchos años después’, su nuevo libro, hace gala de esta condición. Lo presenta con Mariposa Ediciones.

León

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La tradición literaria leonesa a veces se completa, sin que sea requisito y sí como regalo no pedido, con la facilidad para el relato oral. Tal vez, la culpa fue del filandón. Y los hay que suman al placer de ser leídos el de ser escuchados. Antonio Pereira, Luis Mateo Díez, José María Merino, Julio Llamazares... Serían perfectos exponentes. Y algo de eso hay en Alfredo Álvarez, que de Sariegos a Alcalá de Henares, siempre con un puerto fijo en la plaza de España de Madrid, es profesor de francés en la Universidad de Alcalá pero lleva dentro un contador de historias que a veces sale en forma de libro como es el caso de Muchos años después . Como lo edita Mariposa Ediciones se puede asegurar que el cóctel juventud y veteranía es parecido a lo perfecto.   

Muchos años después son quince relatos con prólogo del también escritor leonés y académico de la RAE José María Merino. «El libro es una destacable muestra de la calidad imaginativa y formal del actual cuento español», explica Merino. 

Palabras que viniendo de una autoridad como la suya, enorgullecen a Álvarez. Pero él, si indaga en sí mismo, llega también a conclusiones: «Yo lucho contra una idea que tengo de mi mismo: la de que soy demasiado serio. Por eso, al escribir tiendo al humor», sugiere. Y en los relatos abunda en temas de todo tipo, aportando historias que tienen como elemento común la perplejidad del hombre y de la mujer en el siglo XXI. El libro se abre con un cuento fantástico, al que siguen otros entre los que hay de carácter histórico, biografías apócrifas, universos futuristas y también, algunos más intimistas. Sus protagonistas son muy variopintos y van desde un enfermo de carcoma hasta el primer muerto por la toma de la Bastilla en la Revolución Francesa pasando por cineastas excéntricos, criogenizados resucitados, indianos desmemoriados y hasta algún mariscal de Napoleón nacido en El Bierzo, por supuesto, en clave muy personal.

«Me gusta mucho caracterizar a los personajes. José María calificó mis personajes como melancólicos. Y no lo había pensado. Y algo de eso hay», explica acerca de estas creaciones en las que entonces puede que Álvarez combine el humor con la melancolía y viceversa.

«Leí mucho a Jardiel Poncela y lo mamé con todo el teatro del absurdo. Aunque si lo piensas no son estos tiempos para el talento que tenía un Ionesco, Mihura o el propio Jardiel», reflexiona este autor aunque residente en la capital siempre vinculado sentimentalmente a su Sariegos natal.

De hecho, recuerda sus caminatas de Sariegos a Azadinos para coger el bus y venir a estudiar a León. Y lo recuerda tanto que lo practica cuando está en su pueblo o en sus imperdibles caminatas diarias por Madrid, de Plaza de España al Palacio Real, luego a Tribunal... alguna otra incursión y vuelta a casa. Una ruta que siempre es igual pero en la que nunca ve lo mismo.

Y en donde la observación y el pensamiento son en este caso dos acciones igual de importantes y en las que seguro que se va tejiendo lo que luego se convertirá o no en una historia o un relato.

«Como decía Pereira: cualquier espacio es bueno para encontrar un relato», afirma Álvarez, porque también piensa que esa experiencia si luego es trabajada sobre el papel puede dar pie a una historia que luego fluya, pero que tenga ese sustento.

Portada del libro

Y lo que es cierto es que a partir de ese fundamento, se ve que Alfredo Álvarez luego vuela solo, agarrado a esa idea cometa que lo lleva donde quiere. «Es que no todo es explicable en la vida. Ni siquiera en los cuentos. Por eso te hablaba de aquel recorrido de infancia y juventud. Yo observaba. Pero no siempre pasaba algo. Yo hacía ese camino de Sariegos a Azadinos, y luego en bus a León. Solo. Desde los 10 a los 22 o 23 años. Eso para mi era maravilloso. Aunque algunos días era jodido... Ese camino sigue presente en mis sueños. Todavía accede a mi memoria con diferentes argumentos», recuerda. Y añade: «Es que en realidad yo siempre digo que soy un trasplantado de pueblo a Madrid».

Muchos años después es ahora lo último de Alfredo Álvarez. En realidad es otra vuelta. Como las que da a su también querido Madrid. O las de antaño dentro de la Catedral de León, uno de sus templos favoritos, junto al Palacio Real. De todo eso hay en este libro redondo.

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