Diario de León

Los aplausos mitigaron el desigual concierto con el que se abre la temporada

Una Novena y un viacrucis

Publicado por
Miguel Ángel Nepomuceno - LEÓN.
León

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Cuando el 7 de mayo de 1824 tuvo lugar la premier de la Novena Sinfonía, Beethoven, totalmente sordo, estaba en el podio. El conductor de oficio, el Kapellmesiter Umlauf, estuvo cerca y, en realidad, dirigió el concierto tras instruir a la orquesta y al coro para que lo observaran a él e ignoraran a Beethoven. En León no hubo necesidad de nada de eso, porque un director en perfectas condiciones físicas como Víctor Pablo Pérez conducía con mano firme a dos formaciones de diferente fuste y calidad. Dos formaciones y cuatro solistas que hiceron de la Novena Sinfonía algo único por lo irreconocible que resultaba a veces. Y no sería porque Víctor Pablo no pusiera sobre el atril todo el sudor de su frente, que fue mucho, su sabiduría y su larga experiencia con esta obra, pero cuando las cosas están mal ni el mismo Solti las arregla. Ya la hermosa obra de Halffter resultó mortecina, poco brillante y algo destemplada, convirtiendo el Tiento en una suerte de marcha fúnebre nada acorde con el espíritu que la mueve. Pero más cruel resultó el escuchar una Novena Sinfonía con los cambios tan brutales de dinámicas, los desajustes tan feroces en la madera y la cuerda y la desigual conjunción de las voces, que a momentos de incuestionable belleza, unían otros de entradas a destiempo, finales intermitentes y tendencia al grito en las sopranos. Con un tempo demasiado dilatado y resaltando las frases de forma un tanto parsimoniosa, Víctor Pablo logró salvar algunos momentos realmente brillantes dentro de un todo desigual y ralentizante. Efectista en ese largo silencio antes de iniciar el Himno a la Alegría en la cuerda baja, resultó impactante e inusual. Por su parte, los cuatro solistas presentaron voces muy desiguales y poco empastadas, destacando las de Lucrecia García y el barítono, y faltos de potencia y color el tenor y la mezzo.

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