Diario de León

El fotógrafo José Manuel López presenta su visión de Afganistán hoy

Después de la batalla

J.M. López, tras la cámara incluso en la sala donde se expone su obra

J.M. López, tras la cámara incluso en la sala donde se expone su obra

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Marcelino Cuevas - LEON.
León

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Cansado de retratar con fatigosa rutina carros engalanados, pasos procesionales, fuegos artificiales, feriantes, toreros y danzantes, advenedizos y conspicuas autoridades en infumables ruedas de prensa y sofisticadas señoritas en provincianas pasarelas de moda, José Manuel López, simplemente López para los amigos, cogió su zurrón lleno de Nikon y Leykas y se fue a pasear su humilde profesión de periodista intrépido por las ignotas tierras de Afganistán, enzarzadas a la sazón en turbulentas luchas y salvadoras intervenciones militares. Decidida la marcha y contando con la colaboración del Ejército español que tiene en el país asiático algunos efectivos, López se dispuso a «disfrutar» sus vacaciones de verano al lado de los mismísimos talibán, gentes aguerridas y curtidas en mil batallas que medio año antes habían puesto en alerta máxima la seguridad del mundo con los atentados del 11-S. El fotógrafo de La Crónica-El Mundo de León, quería saber algo más sobre el estado del conflicto. «Aquí llegaban pocas noticias y además eran confusas. Y me encontré con que las cosas estaban mucho peor de lo que yo pensaba. Todo parecía indicar que el pasado agosto la situación estaba ya relativamente normalizada, pero de eso nada. Al llegar allí te das cuenta de que lo único que hay es un poco en paz en la capital Kabul, lo demás sigue en conflicto. Los talibán no han hecho más que retirarse a las montañas, no es que los americanos les hayan vencido. Los señores de la guerra siguen teniendo también enfrentamientos entre sí... Aquello tardará en solucionarse mogollón de tiempo». López no encontró demasiados problemas para realizar su trabajo, cuyos resultados pueden verse en el Centro Cultural de Caja España, en la calle de Santa Nonia. «Yo salí a retratar a la gente en la calle y más o menos se dejaban. Con las mujeres la cosa era más chunga, pues o bien ellas no querían o si te veían los tipos que estaban por allí hacerles fotos te abroncaban y aunque no entendías lo que te decían cuando ves a un tipo barbudo y con turbante decirte no...es que es no». Pocas escapadas pudo hacer López fuera de la ciudad. «Fuimos con el ejército a un hospital que tienen a unos cincuenta kilómetros, a un pueblecito cercano donde tienen una escuela... pero a los lugares importantes, a los enclaves donde sucedieron los episodios más importantes de la guerra no pudimos llegar». López confiesa que a pesar de las dificultades en ningún momento pasó por situaciones peligrosas, «aunque sí por algunas algo embarazosas. Pero cuando ya conoces la forma de comportarse de aquellas gentes puedes capearlas. Al cruzarte con ellos por la calle algunos escupían en el suelo, quedaba claro que no todo el mundo estaba de buen rollo, pero miedo no pasamos en ningún momento». Los resultados del épico periplo están en las paredes de Caja España, López considera que «debo estar satisfecho con lo conseguido. Si no lo estuviera no lo habría expuesto. Algunas de estas fotografías no hubiera sido posible hacerlas hace solamente un año, se ve agente alegre, algunos burkas femeninos levantados.. Hay que tener en cuenta que hasta la música y el baile estaban prohibidos, incluso en las bodas. Debió ser una situación terrible». Ruinas, gente que después de mucho tiempo puede volver a realizar sus juegos tradicionales, fiestas de boda, militares, paisajes desolados y niños que muestran en su mirada el terror por el que han pasado. Un viaje apasionante al que nos invita un periodista audaz, un fotógrafo intrépido que tiene bien ganado el apodo de «Superlópez»

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