Diario de León

El niño de la bici que llegó a leyenda

Manolo Sanlúcar, que falleció ayer a los 78 años, dejó los escenarios en 2013 para dedicarse a un «mandato divino»: crear una monumental enciclopedia del flamenco

Manolo Sanlúcar, en noviembre del año pasado en su casa de Sanlúcar de Barrameda. ROMÁN RÍOS

Manolo Sanlúcar, en noviembre del año pasado en su casa de Sanlúcar de Barrameda. ROMÁN RÍOS

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Contaba Manuel Muñoz Alcón, Manolo Sanlúcar, en sus memorias que su vida podría haber caminado por cualquier derrotero, pero su padre Isidro tomó una decisión que le cambió su vida cuando llamó al guitarrista Javier Molina para que le enseñara a tocar la guitarra y, con una bici, iba todos los días de Sanlúcar a Jerez para aprender los secretos del instrumento, que después transmitió a sus hijos.

El que después se convirtió en Manolo Sanlúcar, uno de los mayores guitarristas flamencos de todos los tiempos, nació el 21 de noviembre de 1943 en Sanlúcar de Barrameda (Cádiz), donde ha vivido hasta que ayer sábado falleció en el hospital de Jerez.

Manuel creció en un ambiente flamenco y con ocho años ya manejaba la guitarra con destreza, gracias a las enseñanzas que su padre había aprendido en sus viajes en bici a Jerez, algo que llegó a los oídos del cantaor Pepe Pinto, que le mandó llamar a su casa de Sevilla.

Manolo Sanlúcar se plantó ante el histórico cantaor y su esposa, Pastora Pavón, La Niña de los Peines. Ya era imposible parar la trayectoria de aquel joven guitarrista que, mientras la compañía de Pinto terminaba sus vacaciones, comenzó a acompañar a Pepe Marchena por pueblos y peñas flamencas.

Ya en 1957, en una España con la televisión en ciernes y el Nodo siguiendo a los artistas de la época allá donde iban, un niño de 14 años llamado Manolo el de Sanlúcar , que cobraba 150 pesetas al mes, se subió por primera vez al escenario de un teatro en Campillos (Málaga) para acompañar a Manolo el Malagueño, entre otros, y allí conoció a otra grande de la época, La Paquera de Jerez, con la que empatizó de inmediato y formaron pareja artística durante algo más de cinco años.

Su trabajo juntos lo interrumpió el servicio militar y entonces entró en liza un suculento contrato para actuar en el tablao Las Brujas de Madrid, por donde pasaron nombres como los de Terremoto, el Chato de la Isla o Romerito de Jerez.

Que el joven Manolo saliese fuera de España a tocar era cuestión de tiempo, y ocurrió a sus 29 años, cuando obtuvo el primer premio del Festival de Música Folk celebrado en Campione d’Italia. Fue el primero de una larga lista de premios y reconocimientos, entre los que están el título de Hijo Predilecto de Sanlúcar y de la Provincia de Cádiz, Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes o el premio Pastora Pavón, Niña de los Peines, mientras que su obra ha obtenido el reconocimiento internacional, y como intérprete ha mostrado su capacidad creadora en los principales escenarios.

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