Diario de León

«La Navidad es un estado de ánimo»

Pablo Andrés Escapa publica ‘Herencias del invierno’, sus relatos navideños

Pablo Andrés Escapa, escritor leonés, funcionario de la Biblioteca del Palacio Real. BENITO ORDÓÑEZ

Pablo Andrés Escapa, escritor leonés, funcionario de la Biblioteca del Palacio Real. BENITO ORDÓÑEZ

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Pablo Andrés Escapa publica Herencias del invierno. Cuentos de Navidad , editado por Páginas de Espuma y con ilustraciones de Lucie Duboeuf, y es un libro marca de la casa, en donde el imaginario, individual y colectivo, de Escapa se impone y hasta muestra sus diferentes miradas literarias a través del tiempo. El suyo, el de los suyos, y el de una época tan emblemática como es la Navidad. Tal vez, este libro sea el mejor aperitivo para lo que viene, en forma de regalo o inspiración. Como si ser un lector en el diciembre cargado de regalos no fuera una causa perdida. Por cierto, queda dicho, un libro bonito por fuera en su edición y bello por dentro en cuanto a ilustraciones y contenido.

Pablo Andrés Escapa no es un advenedizo en la materia: «Mi primer cuento navideño procedió de un encargo de María Luisa López-Vidriero para la revista Avisos , una publicación que empezó a editarse en la Real Biblioteca cuando ella era la directora. Luego, el encargo derivó en un hábito que se ha prolongado quizá más de lo razonable. Lo que siempre he mantenido es la escritura estacional de estas fábulas: diciembre tras diciembre, durante veinticinco años, yo he estado escribiendo un cuento de Navidad cuyos destinatarios eran -son- un puñado de amigos. Ahora veo que escribir estos cuentos ha derivado también en un compromiso entre la Literatura y la amistad.

Sin hubiera un género navideño, en el caso de Escapa tiene un origen tan entrañable como enraizado en su vida, de esos que no solo no se extinguen si no que suelen acentuarse con los años. «En mi caso, la tradición narrativa navideña ha sido familiar y oral antes que literaria. Mi padre, que era un fabulador espontáneo, llegadas estas fechas nos contaba a mis hermanos y a mí cuentos ambientados en la Navidad, cuentos que él inventaba y que podían agruparse en ciclos: intervenciones mágicas del Niño Jesús, hallazgos de objetos maravillosos, peripecias de los Reyes Magos enfrentados a las maquinaciones del faraón de Egipto, que siempre intentaba estorbar su viaje... En la voz de mi padre, todas estas fantasías llegaban arropadas por una ambientación costumbrista que incorporaba a la fábula los escenarios reales en los que vivíamos. Su virtud como narrador lograba que, mientras escuchábamos, latiera la certeza de que nuestro entorno real era un espacio mágico donde el prodigio podía producirse con naturalidad. Se creaba así un tono en lo narrado que nos predisponía a aceptar lo portentoso con toda confianza. Yo creo que empecé a comprender entonces que la Navidad es un estado de ánimo. A la Literatura navideña escrita llegué mucho después, cuando de oyente infantil pasé a ser cuentista adulto con bolígrafo», relata.

«Una exigencia común a toda mi obra es la voluntad de fascinar con el lenguaje, de emplearlo con consciencia artística. En ese empeño siempre he sentido la cercanía del cuento con el poema. Y la del poema con la de quien habla para ser escuchado y quiere que su discurso perdure en los oídos. El cuento navideño es especialmente deudor de esa relación oral que se produce junto al fuego», remarca también al entrar de lleno en lo que es este Herencias del invierno. Cuentos de Navidad.

Y aquí el juego está servido en la fascinación de un tiempo, el navideño, que oscila en cualquier trayecto vital entre la emoción y el desencanto, el término medio y, posiblemente, ya como conclusión aceptar esa magia que propone cuando ya se llega a la conclusión de que hasta la felicidad es relativa. Eso sí, tratándose de un libro, y en este caso que tiene tanta pinta de ser un regalo acertado, hay que añadir la posibilidad que se abre de hacer feliz a los demás casi como mandato vital.

suspensión de la incredulidad

En cualquier caso, para el autor leonés, «los cuentos de Navidad, a diferencia de otro género de cuentos, asumen sin necesidad de justificación un imaginario colectivo que tiende a lo maravilloso -ya lo es el propio relato evangélico- y que tiene la singularidad de obrar en la vida real antes que en la ficción, un apego que está emparentado con esa fascinación a la que me refería. Durante unos días al año, en buena parte del mundo, se reproduce de manera colectiva uno de los grandes propósitos de la Literatura: la suspensión de la incredulidad. Todos conocemos a personas que carecen de imaginación pero que, llegadas las Navidades, son capaces de suscribir y de participar en todas esas ceremonias de la fantasía. Y creo que la esencia de mis cuentos navideños tiene que ver con cierta manera de redimirse, gracias a ella. De manera que los atrevimientos imaginativos que practico en este tipo de fábulas están al servicio del milagro, es cierto, pero no tanto del que documenta un hecho portentoso como del que se invoca para ilustrar algunos misterios menos evidentes. Por ejemplo, la transformación de un carácter, la posibilidad de que un gesto pueda redimir una existencia, la oportunidad que se le concede a un personaje de conocer una iluminación o de que le alcance una lucidez», explica en largo y con acierto sobre esa redención relativa de estas fechas que si no están aquí ya se reflejan en los escaparates. Aún más belleza le dan al libro los dibujos de Lucie Duboeuf, que evocan una atmósfera candorosa sin recurrir a demasiados elementos y sin caer en sensiblerías. El trazo es sencillo y las notas de color apenas están sugeridas, una preferencia por los dorados, eso sí, que se concilia muy bien con la iconografía navideña. «Ella lo ha hecho sin estridencias», sostiene Escapa. Y así ocurre con este libro que es un abrazo necesario.

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