Diario de León

PATRICIA CAZÓN

PERIODISTA

«Solo sé relacionarme con el mundo a través de las letras»

La periodista leonesa Patricia Cazón (Zotes del Páramo, 1980) reúne en un libro la vida de algunas de las mujeres más extraordinarias del deporte español. Pioneras que tuvieron que derribar muchos prejuicios. De ahí el título, 'Las mujeres salmón', la historia de 41 mujeres que nadaron a contracorriente, desde Lilí Álvarez, que participó en los Juegos Olímpicos de 1924 a la selección española de fútbol femenino, campeona del mundo un siglo después.

La periodista leonesa Patricia Cazón. JESÚS A. ORIHUELA

León

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Cuando Luis Rubiales empañaba el triunfo en el mundial de Australia-Nueva Zelanda con un beso no consentido a Jenni Hermoso, Patricia Cazón estaba terminando el libro. Las protagonistas de aquel épico triunfo ocupan uno de los capítulos de Las mujeres salmón (Debate). Muchas de las protagonistas, como Jenni, han sufrido todo tipo de insultos y vejaciones, pero no desfallecieron. Las mandaban a fregar o las llamaban culonas.

Patricia Cazón navega río arriba para rescatara a unas mujeres que contra viento y marea fueron derribando muros en el deporte español, aunque muchas han sido injustamente olvidadas.

—El libro incluye las historias de 41 deportistas pioneras, ¿alguna leonesa?

—Blanca Romero, la campeona de Muay Thai (boxeo tailandés). Es una chica de raza gitana que con 12 años se proclamó campeona del mundo en Tailandia en una modalidad de lucha que empezó a practicar en el Bierzo. Y Ana Muñoz, directora del Consejo Superior de Deportes, que cuando llegó en 2013 descubrió que en las federaciones no había apenas mujeres. En las federaciones le decían que las mujeres no estaban interesadas. Obligó a una cuota del 33% de mujeres en las juntas directivas de las federaciones. Las mujeres, que supuestamente no habían mostrado interés, resulta que sí querían estar. Hablaba de los métodos anticuados, caciquiles, de derribar presidencias y que una federación que no aceptó la cuota, fue la de fútbol, presidida por Rubiales. Hablé con ella antes de lo que pasó con la selección femenina. Contaba que existían muchos tipos de machismo, como el paternalista.

—Se echa en falta a Lydia Valentín, ¿cuál ha sido el criterio de selección?

—El criterio ha sido elegir a las mujeres que han sido grandes pioneras de sus deportes. He intentado que hubiera distintas disciplinas e historias. No quería la misma historia muchas veces, sino que cada una contara distintos aspectos y, con todas las historias juntas, tener una composición global. También que fueran de distintas épocas. A algunas las mandaban a fregar, otras se quejaban de que les daban ropa masculina. La jugadora de balonmano Montse Puche cuenta que en un mundial pidió ropa deportiva de chica y les dijeron que si no quería la que le daban, ya irían las junior en su lugar. A la jugadora de baloncesto Amaya Valdemoro, como insulto, la llamaban fea, término con el que nunca han increpado a un jugador masculino.

—¿Cuántas has tenido que dejar fuera?

—A bastantes. Hay un caso como el de Emilio de Villota, el padre de María, con el que tenía una entrevista cerrada, pero me atropelló el tiempo y no sale en el libro. El proyecto era inmenso. Ojalá pueda haber una segunda edición ampliada.

—¿Cómo surgió la idea del libro?

—Hace seis años, Alfredo Relaño, director de As , me encargó una serie de entrevistas con pioneras del deporte. Mujeres que hicieron historia en España y se han olvidado. A Carmen Valero, la primera atleta española que compitió en unos Juegos Olímpicos, la insultaban por correr en pantalones cortos. En la federación de atletismo a los hombres les daban instrucciones y a las mujeres les decían: ‘vosotras haced los que podáis, que sois todas unas culonas y pechugonas’. Hace dos años, Álex Martínez Roig, mi jefe en el País Semanal , me propuso hacer con ellas un libro. Algunas no estaban en las entrevistas que se publicaron.

—¿Cuánto queda para que no haya brecha salarial en el deporte entre hombres y mujeres?

—Ojalá quedara menos. Queda mucho por hacer. El epílogo del libro está dedicado a un equipo mixto de fútbol, campeón de una liga deportiva en Valladolid, el CD La Pedraja. Hay diez chicos y tres niñas. A las chicas que quieren ser futbolistas no las envían directamente a la portería. Mucho sigue igual que en la época de Conchi Amancio. Pero es importante que las nuevas generaciones tengan referentes en la tele, que puedan ponerse Alexia en la camiseta o Jenni y no Messi o Cristiano.

—¿Crees que la selección femenina de fútbol ha conseguido que el deporte femenino se mire de otra manera?

—Sí. Su triunfo es trasversal, va más allá de colgarse una estrella en el pecho. Estaba terminando el libro cuando ganaron el mundial, pensaba en lo que ellas pedían, que era más medios, mejores entrenadores... muchas a las que he entrevistado solo pedían más medios; con migajas, han sacado pepitas de oro.

—Los que os dedicáis a la prensa deportiva, ¿conocéis muchos casos como el de Rubiales?

—Lo que pasó en el mundial, con ese beso no consentido, no puede volver a pasar. Jenni me parece una valiente y todas han ganado dos veces, el mundial y derribaron cosas más importante.

—¿Cuánto juego sucio hay en el deporte?

—No estoy muy metida en eso, sí creo que hay mucho machismo.

—¿De las 41 del libro, has entrevistado a todas las que están vivas?

—A todas. Lilí Álvarez aparece en el prólogo, pero hablé con gente que la había conocido. Hay dos que fallecieron desde que escribí el libro, Pepa Senante y Carmen Valero.

—En el libro también hay algún hombre y mujeres que no son deportistas como Olga Viza...

—Quería también hablar de las mujeres periodistas deportivas, porque tienen mucho que ver en cómo se ha contado el deporte femenino.

—¿Cuál es la historia que más te impresionó?

—Quizá la de Lola Fernández Ochoa, que cuenta la historia de su vida y la de su hermana Blanca. Lloré varias veces mientras la entreviste y mientras escribía el texto. También me pasó con Torrecilla, a la que le detectaron un tumor cerebral, del que consiguió recuperarse y, a las tres semanas, tuvo un accidente de coche. Hay historias que te tocan el corazón, como Miriam Blasco, que ganó el oro en judo en Barcelona 92. Su preparador había fallecido tres semanas antes conduciendo la moto que le había comprado ella para su marido. Le persiguió la culpa. Su rival en Barcelona, medalla de plata, Nicola Kim, se ha convertido con los años en su esposa. Son historias de mucha luz, mucho frío, altos y bajos y ellas son un ejemplo.

—Las gestas de estas mujeres serían un buen argumento para una serie de televisión. ¿Te gustaría?

—No sé dónde mira Netflix cuando tiene tantas historias de mujeres que contar y que puede encontrar, por ejemplo, en este libro. Pioneras se quedaba corto para definirlas. Creo que el término salmón las define más, por ese nado a contracorriente contra todo y contra todos.

—Cuando empezaste el libro, ¿las conocías a toda?

—No. Conocía a algunas. Ha habido muchas que me han contado su vida y se han abierto sin conocerme de nada. Con todas las que pude me vi en persona, a otras las he tenido cuatro horas al teléfono.

—Muchas están retiradas ya, ¿cómo ha sido su vida después del deporte?

—Noté que iba creciendo en el libro la importancia de la salud mental en el deporte. Lola Fernández Ochoa lo cuenta con mucha sapiencia. Ella ha creado una fundación para ayudar a los deportistas ese día después. De vivir con adrenalina, con objetivos cada temporada, al vacío absoluto. ‘Mi hermana se retiró y la tuve que enseñar a sacarse un billete en el metro o extender un cheque’, contaba. Gente que no sabe que hacer otra cosa y son empujadas a la vida de la persona normal sin ayuda. Este libro además de un canto a la mujer, lo es también a la salud mental.

—Es tu quinto libro, ¿que te da la literatura que no te da el periodismo?

—Soy periodista porque siempre quise escribir. No sé relacionarme con el mundo más que a través de las letras, con la escritura.

—¿Practicas algún deporte?

—Antes corría 20 kilómetros a la semana. Desde que fui mamá, me está costando engancharme.

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