Don Vicente

DEL BOSQUE estaba con J.J.Santos en Antena 3 y respondía que nada sabía de su futuro al frente del vestuario madridista. Eran las 21.45 del lunes. El periodista insistía y el entrenador aparentaba tranquilo pese a que su rostro no era la alegría de la huerta. Una situación surrealista porque apenas cinco minutos antes, en el Telediario 2 de La Primera, María Escario daba paso a su contacto en el Bernabéu que vaticinó la marcha del salmantino. Vale, normal. Ahora bien, a continuación abre paso a un bloque (claramente editado con anterioridad) que ya da por fulminado al entrenador. Y claro, cuando zappeas y te encuentras en la competencia al bueno de Vicente aguantando el interrogatorio, la situación tenía mucho de cruel. Fue la noticia de la noche y lo será de días porque la parroquia global no acaba de digerir el órdago de Florentino (lo de Hierro es otra cosa, se hizo antipático por méritos). Nos acostumbramos a la jeta amable, cáustica e imperturbable de Del Bosque, siempre un señor, y cuesta trabajo que aún con sus éxitos a cuestas, le hayan dado portazo. Va a resultar que su problema era la falta de glamur, la antítesis de Beckham, que a saber si no acabará en monumental carallada galáctica. Grueso, alopécico con cabellos rebeldes, parco en sonrisas. Para colmo, hijo de rojo cuya memoria venera. Eso no vende en el reconvertido Bernabéu. Las teles se cansaron de mostrarnos al perdedor de la noche confesando su contumaz madridismo. El problema está en la imagen que transmite esta decisión: la honradez vende poco (o vende mal). ¿Y Valdano? Uf, quedó fatal por mucho que le vaya en el sueldo.