La antorcha

CON la Eurocopa futbolera, las próximas Olimpiadas casi ni existían. En lo mediático, claro. Ayer, TVG en directo y poco después La 2, se ocuparon de la antorcha olímpica, metida de lleno en su simbólico peregrinaje por varios países. Una manera de recordarnos que la cita de Grecia está ahí y que la fiesta del deporte mundial encierra una serie de valores que conviene recuperar para el imaginario colectivo. Por ejemplo, paz y solidaridad, que andan a la baja y mucho. Ayer llegaba a Madrid y el veterano Estiarte, la portó entre aplausos hasta la Puerta del Sol, para ser recogida por Ruíz Gallardón y entregarla al príncipe Felipe. Por la tarde a Barcelona. Se da la paradoja de que las Olimpiadas no podrán substraerse a la amenaza terrorista. Será una fiesta que verá falseada su intención última de acercar la diversidad de los pueblos a través de la competición deportiva por causa del tremendo follón de Irak y sus sangrientas periferias. La antorcha se antoja casi fraudulenta, como un mirar hacia otro lado cuando a miles de kilómetros cunden todos los pánicos. La televisión comenzó ayer a calentar motores, pero todos sabemos que serán unas Olimpiadas distintas. Eso, aparte de las asesinas intenciones que algunos tengan de utilizarlas para amplificar sus reivindicaciones. Claro que, por tremendas que estas sean, la tele también se nutre de ellas. Al final, todo vale.