Diario de León

¿Reyes o bastardos en San Isidoro?

Los investigadores ocultan desde 1997 los resultados del ADN de los 93 cuerpos del Panteón Real

El arqueólogo Julio Vidal, con uno de los cuerpos «reconstruidos»

El arqueólogo Julio Vidal, con uno de los cuerpos «reconstruidos»

León

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Ocho años después de que una treintena de científicos «profanaran» las tumbas del Panteón Real para averiguar la identidad de los 93 cuerpos allí enterrados, lejos de aportar pistas que esclarezcan un secreto de siglos, los «celos» profesionales y las desavenencias de este equipo, así como su «incomunicación», abren nuevos enigmas. Resulta extraño el papel de la Junta de Castilla y León y del Ayuntamiento en este asunto. Financiaron el proyecto y, lejos de exigir las conclusiones de la investigación, lo han paralizado, porque, en el caso del Consistorio, «vio algo raro», tal y como explicó a este periódico la antropóloga Encina Prada, que estuvo al frente de la investigación. Igualmente chocante es que este equipo de estudiosos no haya tenido tiempo en ocho años para reunirse e intercambiar información, ni su directora de publicar los resultados. Las expectativas creadas en 1997, cuando los expertos vaticinaron que no sólo descifrarían el sexo, sino también las enfermedades y hasta la identidad de los 93 personajes que yacían «revueltos» -desde que sus féretros fueron saqueados por las tropas napoleónicas-, se han desinflado. Según reconocen algunos investigadores consultados por este periódico, análisis que incialmente se «vendieron» como concluyentes no aportan luz a la historia conocida. Los técnicos forenses, antropólogos, radiólogos, arqueólogos y paleopatólogos no han hecho más que ratificar la identidad de Doña Sancha -que está momificada-, la de Vermudo III -en cuyo cuerpo se aprecian las marcas de las lanzas enemigas que acabaron con su vida-, la de Santo Martino -que padecía hernia discal- y la de los infantes Fernando, Beatriz y María -hija de Fernando III, cuya tumba no fue violada y, por tanto, su sarcófago y ajuar se hallaban intactos-. En definitiva, nada que no hubieran contado ya los cronistas e historiadores; incluido Antonio Viñayo, actual abad emérito de San Isidoro y uno de los mayores conocedores de la dinastía leonesa. La verdad de Vermudo Nada más empezar la investigación, Viñayo, entusiasmado por la idea de conocer un secreto guardado durante siglos, afirmó que no se ocultarían los resultados. «Vermudo -dijo- viene de la palabra latina verdad. ¿Cómo íbamos a ocultarla teniendo un rey con ese nombre?». Sin embargo, en ocho años el abad nunca recibió los resultados. Pese a que dio todo tipo de facilidades para la exhumación de los cuerpos y cerró el Museo para que los expertos trabajaran en «secreto», lejos de los medios de comunicación, nunca tuvieron la deferencia de explicarle lo que habían averiguado. Una de las primera sopresas fue el elevado número de cuerpos enterrados en el Panteón; muchos más de los que los daban por hecho los documentos. Si bien es cierto que antes de la profanación, los féretros estaban literalmente apiñados e, incluso estaban superpuestos, el número parece no cuadrar. Los restos, según Viñayo, lograron ser «recompuestos» y los cráneos «casados» con sus cabezas. La Escuela Taller realizó unas pequeñas cajas y en las tumbas se colocaron de tres en tres y hasta cuatro. En mayo del 2001 el alcalde Mario Amilivia prometía celebrar un congreso con los resultados de los investigadores, forzado por la intención del radiólogo José Alfredo Piera de mostrar sus descubrimientos en una exposición en Valencia. Prometió destinar a este fin 28 millones de pesetas. Pero los preparativos se suspendieron sin explicaciones.

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