Justo y su catedral

LA CAMPAÑA de Aquarius dio en el clavo y es la comidilla de televidentes curiosos. Por transgredir a palo seco, porque una bebida isotónica poco tiene que ver con el empeño de Justo Gallego, que en el municipio madrileño de Mejorada del Campo se empeña en levantar una catedral desde hace cuarenta años, una eternidad en sus ochenta tacos y el hombre erre que erre. De entrada, el anuncio impacta y nadie discutiría que es obra de creativos con imaginación fértil. Pero el templo de este campesino que quisiera haber sido sacerdote, arquitecto autodidacta, es tangible, un atractivo turístico para una villa que no anda sobrada de ellos. Aunque ya en alguna ocasión, los medios se ocuparon de la chaladura de Gallego, la atención se multiplicó al convertirse en anuncio publicitario. Resulta que hizo el spot para recaudar fondos, que pide sin respiro a quienes visitan su «monumento», para ver concluida su obra antes de morir. Los arquitectos, tan técnicos y tan fríos en lo de soñar construcciones, se oponen a que reciba culto. Casi se entiende porque la levantó a base de materiales variados y variables, desde escombros y restos varios de otras obras. Todo cabe en la catedral de don Justo. En tiempos tan raros como estos, a gente como Justo Gallego habría que erigirles un monumento, aunque sea¿ de materiales reciclables.