Diario de León

OPINIÓN

También lo hace mi niño

Publicado por
ENRIQUE RUEDA
León

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RARA ES la ocasión en que paseando por las salas de cualquier museo de arte contemporáneo o una galería que exponga obras en las que ya no se aprecie una representación directa de la realidad, no se escuche entre alguno de los asistentes algún comentario socarrón aludiendo al escaso valor de las obras y que como se puede considerar arte aquello. Por supuesto, quien así opina se siente capacitado para ser él también artista (maliciosamente pienso en los que a gritos se sienten capaces también de meter el gol que casi a puerta vacía falló el delantero centro de su equipo) o alude a su hijo pequeño como alguien aún más dotado para mejorar el trabajo de estos artistas. Todo ello en un tono de voz lo suficientemente elevado como para que quienes están disfrutando de la exposición sepan al menos de su presencia. Después de más de cien años de evolución de los lenguajes artísticos contemporáneos la figuración ha sido una opción más, igualmente válida y respetada, muchas veces reinventada. No olvidemos a los neoexpresionistas alemanes, la transvanguardia italiana y en conjunto toda la posmodernidad. No es ya necesario que el arte necesite autojustificarse, ni procede recordar que no sólo las últimas tecnologías se han integrado en los discursos artísticos, sino que cualquier elemento ha servido y es útil para potenciar las posibilidades expresivas y la creación de las grandes poéticas desde principios del siglo XX. Creatividad e imaginación En nuestro sistema educativo el arte contemporáneo tiene una escasa presencia. Nuevas tendencias educativas abogan por definir la creatividad distinguiéndola de la fantasía o la imaginación y vinculándola a la capacidad de descubrir nuevos aspectos y procesos comunes a todos y a la configuración de la cultura del grupo social. Las tendencias artísticas que surgen a partir de los años setenta inciden en el proceso artístico y en fomentar una relación cercana con el espectador y una actitud lúdica. Será desde aquí, desde estos parámetros, donde quizá si podamos empezar a afirmar que nuestros niños son capaces de hacer todo lo que apelando a su inconsciencia sirve para minusvalorar el trabajo de los grandes artistas contemporáneos. Quizá su inconsciencia ya no sea un recurso para despreciar las obras de arte que no somos capaces de valorar. Y quizá entonces, y con auténtico rigor, ese padre podrá afirmar orgulloso frente a las obras de un museo cualquiera, lo que un niño es capaz de hacer en comparación a ellas.

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