Diario de León

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Contra las cuerdas

Lyra Baroque Orchestra sirvió en el Auditorio un Boccherini demasiado dogmático y carente de frescura

Actuación de la Lyra Baroque Orchestra en el Auditorio

Actuación de la Lyra Baroque Orchestra en el Auditorio

Publicado por
Miguel Ángel Nepomuceno - león
León

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La moda del movimiento Historicista llegó del frío. De aquellos países donde la humedad y la neblina casi perpetua difumina los contornos y no acaba de perfilar las formas. De este modo, comenzaron a proliferar por Europa y EE.UU. cientos de grupos que bajo la denominación de «originales» en cuanto a sus instrumentos, no pasaban de ser meros imitadores de las tres o cuatro formaciones verdaderamente genuinas que, como Il Giardino Armónico, con Antonini al frente, llenaron de luz y diafaneidad las oscuras estancias de los auditorios y salas de conciertos de media Europa para mostrar a ese público «snob» y decadente que sonidos hay muchos, formas de crearlos, más, pero trasformarlos en emociones, sólo los elegidos, lo saben hacer sin tener entre sus manos Stradivarius, Guarneris y similares. Lyra Baroque Orchestra, es una de estas formaciones de las que manteniendo unos niveles técnicos muy aceptables carece de ese sonido mediterráneo, de esa frescura que otorga únicamente el clima de donde proviene, y sus programas suenan a «ya oídos», un tanto descafeinados y con una exposición temática demasiado rígida. Partiendo de que tal vez una integral de Boccherini, es, empleando un término popular: «demasiado arroz para tan poco pollo», lo cierto es que la totalidad de los Conciertos, Sinfonías y Escenas del músico de la corte de Carlos IV, pasada los tres cuartos de hora, comenzaron a pesar. Y lo hicieron especialmente porque carecían de esa gracia innata que comentamos. El viento no empastó bien en ningún momento con la cuerda, y que conste que no me refiero a desafinaciones, sino a sonidos emborronados que por si fuera poco, la mayoría de las veces, en los tuttis, quedaban sepultados sin remisión bajo la incontinente cuerda. Salvó la monótona velada la extraordinaria voz de la soprano romana Rafaella Milanesi, una lírico ligera con buen centro, que bordó las seis arias y cavatinas de La Clementina e Inés de Castro. Voz trasparente, extensa, dotada de un color y una textura aterciopelados, así como de una vocalidad fluída y clara, no tuvo problemas para sortear cada una de sus intervenciones, a las que dotó de una teatralidad y una presencia escénica de agradecer. Lástima del resto.

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