Diario de León
León

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¿SERÁ feliz, de verdad, el año nuevo? ¿Y qué es la felicidad? Todo depende de donde situemos cada uno nuestra esperanza, de dónde pongamos nuestras aspiraciones para 2006, de cuáles sean nuestros objetivos. Y, además, la felicidad es un estado de ánimo, subjetiva por tanto, y, siempre, diferente. ¿Se puede ser feliz todo el año? Eso es pedir demasiado, incluso para el alicaído presidente del Gobierno. También esto es subjetivo, porque, aunque las encuestas dicen que ha perdido en menos de dos años lo que sus antecesores perdieron en seis, él y los suyos, Moraleda incluido, inasequibles al desaliento, pregonan que ya vivimos en el mundo de la felicidad objetiva. Pero los hechos son los hechos y Zapatero tendrá que emplearse a fondo en la economía y en la política. Entramos en la segunda parte de la legislatura, es decir que ya toca hacer campaña, y quienes entienden de esto dicen que lo que no se ha hecho ya, queda para el apartado de las promesas electorales. Pero la economía es una asignatura que hay que aprobar cada día para que no te suspendan unos meses después. Y los analistas --ue no son como Rappel, aunque el índice de aciertos de algunos sea parecido- , señalan que son innumerable los obstáculos: el precio del petróleo, que no va a bajar sino todo lo contrario; la revolución y reordenación del sector energético; la pérdida de fondos comunitarios que han servido para levantar España en estos veinte últimos años; una reforma laboral empantanada y que puede levantar a los dormidos sindicatos; una inflación desbocada y un déficit exterior amenazante y desbordado; una productividad que sigue lejos de lo necesario... Vamos a seguir creciendo, pero menos, y, a medio plazo las incertidumbres son mayores que las certezas. En política, el presidente tiene una ventaja: es un optimista cósmico y eso, a veces, lleva al éxtasis. Landelino Lavilla estaba «expuesto» y ZP está extasiado. Ni el Estatuto catalán, ni la oposición del PP, ni Carod ni Artur Más, nada puede con Rubalcaba-Moraleda. Es cierto que también se puede morir de éxtasis, pero volviendo al principio, yo le recomendaría al presidente del Gobierno que imite al rey de Bután que anunció a su nación «el objetivo de la felicidad nacional». Si Zapatero nos propone eso, reúne a Bono y Moratinos, les pide que salgan urbi et orbe a predicar, y lanza a Llamazares y Bargalló a la batalla con el único enemigo, Rajoy estará perdido y, tal vez, los problemas desaparezcan y todos seamos felices. ¡Qué más podemos pedir! ¿...Que si el rey de Bután consiguió su objetivo? Eso queda para otro artículo. Feliz 2006. Pero si, de verdad, quieren conseguir la meta, empéñense en alcanzarla ustedes solos. Como esperen que se lo faciliten otros...

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