Las noches con la faja Slim

DE MADRUGADA, la televisión es una tienda en la que los teleadictos se convierten en adictos al consumo. A esas horas en que sólo se pueden hacer dos cosas, los teleadictos consuman una tercera: descubrir los secretos de la faja Slim. Un primor de faja, que reduce, no aprieta, no marca, no traspasa. Si antes de utilizarla, una joven de talla 38 no entraba en sus viejos vaqueros, ahora que usa la faja Slim sabe que puede defender su figura sin que se noten esos pequeños flotadores. Pero lo mejor de esta superfaja es que llega (casi desde el cuello) hasta la rodilla, no como las de las bisabuelas, que de forma antiestética cortaban el muslo y originaban esos «molestos michelines». A esa hora en que sólo se pueden hacer dos o tres cosas, las televisiones privadas emiten para adictos que se adormecen entre camas que se hinchan hasta llenar un salón de 35 metros cuadrados, pero que ocupan poco espacio; cintas-sauna que sobre los abdominales de un tipo escultural convencen del resultado; presentadores que, como telepredicadores, venden el teleproducto; aparatos de gimnasia que no entran por la puerta pero que en ese momento parecen minúsculos... Esa es la realidad de la madrugada, televisión para adictos a la adicción. ¿Habrá alguien que se haya comprado la faja?