Diario de León

Muere Fernando Fernán-Gómez, el último aristócrata del cine español

Era académico de la Lengua y había recibido, entre otros, el premio Príncipe de Asturias de las Artes Opinión: El hombre de los mil rostros

El actor en los rodajes de «Fortunata y Jacinta» y «El abuelo», una de sus últimas películas

El actor en los rodajes de «Fortunata y Jacinta» y «El abuelo», una de sus últimas películas

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Ch. L. Monjas - madrid
León

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«Hay muchos actores en España y muy buenos, y luego está usted». Esta frase de la película que escribió y dirigió Manuel Iborra, Pepe Guindo , le va como el guante al protagonista de la citada cinta, a Fernando Fernán Gómez, que falleció ayer a los 86 años de edad en una habitación del área de oncología del Hospital de La Paz, donde permanecía ingresado desde hace varias semanas. La familia de Fernán Gómez, que había reclamado discreción absoluta sobre la situación del enfermo en los últimos días, aceptó que la capilla ardiente quedará instalada en el Teatro Español, en Madrid, ya que este era el deseo del actor. El mundo de la cultura es hoy un poco más pobre con la pérdida de esta suerte de personaje renacentista, que por sus muchas y variadas dedicaciones se autodenominó, «raro muñeco de feria». Cineasta, guionista, novelista, autor teatral, académico y por encima de todo, actor, Fernán Gómez ligó el talento con el tesón y construyó una de las carreras más sólidas del panorama artístico español. Propietario de un brillante palmarés, el protagonista de más de 210 películas -su última aparición cinematográfica fue Mía Sarah -- y director de treinta títulos en los más de sesenta años que estuvo en el oficio. Enrique Jardiel Poncela le dio su primera oportunidad cuando contaba sólo 16 años en Los ladrones somos gentes honrada . A partir de entonces tocó todos los campos porque escribió novelas, guiones para televisión, artículos periodísticos y obras narrativas; dirigió películas; triunfó como actor y apareció en la extensa lista de personajes populares. Galardonado Tenía todos los galardones de peso de su oficio. El primero llegó en 1961, el Premio Nacional de interpretación dramática por Mi querido embustero . Luego recibiría dos Osos de Plata por El anacoreta y Stico , el Oso de Oro de Honor, varios Goya, los nacionales de cinematografía y teatro y la Medalla de Oro de Bellas Artes. No fue sólo el primer cómico al que se le abrieron las puertas de la Real Academia de la Lengua, también fue el primer español en tener el Premio Donostia. Su gusto por la actuación corrió paralelo a la escritura, donde encontró su mayor placer. De pequeño quería ser como Salgari y reunía a sus amigos para contarles las novelas de Sandokán. Llegó a ser finalista del Planeta con El mal amor tres décadas después de haber sacado su primera novela. También tuvo que esperar para que se le reconociera como autor dramático. Fue en 1985 con Las bicicletas son para el verano , pieza que ganó el Premio Lópe de Vega dos años después y que logró un gran éxito tanto en teatro como en su adaptación cinematográfica. El anacoreta, Stico, El viaje a ninguna parte, Ana y los lobos, El espíritu de la colmena, El amor del capitán Brando, Mamá cumple cien años, Maravillas, El río que nos lleva y Belle Epoque son algunos de los largometrajes que han contado con este actor de porte aristocrático. También fue El abuelo a las órdenes de Garci y trabajó con Almodóvar ( Todo sobre mi madre ), José Luis Cuerda ( La lengua de las mariposas ) y Antonio Hernández ( En la ciudad sin límites ). En este último título encarnó a un anciano casi terminal.

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