Diario de León
Publicado por
JOSÉ JAVIER ESPARZA
León

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LO QUE TIENEN las audiencias es que ya puede uno prever el comentario sobre cualquier cosa, que luego vienen los índices de share y te arruinan las previsiones. Y lo que tienen, además, es que te invitan a hacer todo género de contorsiones para explicar lo inexplicable y tratar de poner razones sobre acontecimientos que, por lo común, pertenecen más bien al ámbito de lo irracional. El viernes, cuando ya era sábado, hubo más de cinco millones de personas pendientes del desenlace de Yo soy Bea . Como se sabe, Telecinco ha rodeado a este culebrón de una expectación sin precedentes, llevando al prime time del fin de semana los momentos «cumbre» de lo que no deja de ser una teleserie de sobremesa diaria. Hace un par de domingos, la cadena dedicó su horario de privilegio al momento en que Bea «se volvía guapa»; la jugada le salió muy bien, porque nada menos que ocho millones de espectadores vieron aquello. Ahora la cadena pretendía renovar la apuesta colocando en el prime time del viernes el otro «momento decisivo» del culebrón, a saber, la inevitable boda de Bea, cierre canónico de la historia. Sin embargo, un peligroso enemigo acechaba en la sombra: el fútbol. En efecto, esa noche tocaba partido de pase a la semifinal: Croacia-Turquía. ¿Qué hizo Telecinco? Retrasar la boda de Bea. Un minuto. Y otro, y otro. Pero, ah, calamidad: el partido terminaba en empate; había que jugar una prórroga. ¿Reacción de Telecinco? Seguir esperando: la cadena derramó sobre los espectadores una catarata de gags de Escenas de matrimonio que, lejos de confirmar el espíritu de estas «morenadas», venía a decirnos que todo matrimonio puede durar si a Telecinco le interesa, por tremendos que sean los odios de los cónyuges. Y la calamidad se prolongó, porque, después de la prórroga, hubo penaltis; y los fans de Bea, esperando. Eran ya las once y media de la noche cuando comenzaba el esperado capítulo final del culebrón; tres minutos antes, a las 23,27, la tanda de penaltis del Croacia-Turquía pintaba el «minuto de oro» del día con seis millones de espectadores. Yo soy Bea no llegó a alcanzar esa cifra. Pero sí superó la media del partido, que fue de 3,3 millones. Evaluación «a»: qué éxito extraordinario, parece mentira, más de cinco millones de espectadores en horario de honda medianoche. Evaluación «b»: vaya desastre lo de Telecinco, tres millones menos de espectadores que el día de la transformación de Bea. En efecto, si Telecinco hubiera saltado a la arena en horario decente, con el previsto desenlace de Yo soy Bea , es perfectamente posible que hubiera aniquilado al Croacia-Turquía. ¿Cómo prever qué hubiera pasado? Es imposible hacerlo. Esas previsiones dependen de la gente. Y la gente, gracias a Dios, sigue siendo imprevisible.

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