19 arcos y un ajuste perfecto al terreno

Siempre constituye una sorpresa para el peregrino o para el visitante. Éste llega desde el pueblo de Puente y de repente se encuentra con una pasarela airosa, serpenteante y antigua, de piedra, mortero y canto, testigo no sólo del paso de millones de campesinos y concheiros, sino también de las sucesivas ampliaciones y reconstrucciones de las que ha sido objeto a lo largo de su larguísima historia. En este tramo leonés, el Camino de Santiago queda fundido con el patrimonio histórico y aparece empedrado y monumental. Con trazas romanas en dos de sus arcos, en gran parte fue elevado en los siglos X y XI, con tramos correspondientes al XIII, otros son renacentistas, y también los hay del siglo XVIII. Las grandes crecidas del río Órbigo, entonces no regulado por el embalse de Barrios de Luna, derribaban tramos y obligaban a volverlos a construir. Fue declarado Bien de Interés Cultural en 1939 y está, como resalta Melquíades Ranilla, «perfectamente ajustado al terreno» y a cómo venía el río antes de construirse el pantano. Y es que en el pasado, sin presas que regulasen su caudal, los ríos leoneses se caracterizaban por sufrir fuertes estiajes en el verano y enormes avenidas de agua en el invierno y la primavera. De ahí la gran longitud de este puente y que, en la actualidad, sólo dos de sus arcos por uno de sus lados se encuentran sobre el agua (y por el otro, otros dos sobre un canal). Eso permite que se pueda pasear, también, por debajo del monumento. El famoso «Passo Honroso» El puente fue escenario del famoso episodio (cada año recreado) conocido como el Passo Honroso , cuando don Suero de Quiñones desafió a cuantos caballeros lo desafiaran intentando cruzar el puente. Su finalidad era romper 300 lanzas y así librase de la argolla de hierro que atenazaba su cuello en penitencia por el amor a su dama. El caballero que se negase a luchar debía atravesar el río vadeándolo. Ni uno sólo, según la leyenda, consiguió cruzarlo.