Diario de León
Publicado por
JOSÉ JAVIER ESPARZA
León

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LA SEXTA estrenaba hace un par de días Qué vida más triste , un espacio de humor aproximadamente juvenil que incide en una de las aspiraciones básicas de esa cadena: atraerse al público de menos edad. Es un objetivo bastante peliagudo porque ese público, según dicen todos los entendidos, ya ha sustituido la tele por otras formas de ocio electrónico. El razonamiento del pescador, en esa tesitura, es el siguiente: si los jóvenes abandonan la tele, es porque la tele no les da lo que quieren; en consecuencia, démosles lo que quieren y volverán. ¿Volverán? De momento, la idea ha consistido en coger un videoblog de notable éxito entre los jóvenes españoles y convertirlo en programa de televisión. El blog de Rubén Ontiveros en Internet ya era célebre por haber adoptado el formato de vídeo; ahora el vídeo se hace televisión. ¿Y qué encuentra uno en Qué vida más triste? Básicamente, la vida cotidiana de un señor de treinta años que vive con sus padres y que cuenta historias invariablemente ficticias -grotescas, absurdas, esperpénticas- con abundante sentido del humor. A mí el programa me divierte. Este señor, Rubén Ontiveros, tiene un talento evidente para descubrir gotas de ácido en las cosas más domésticas y cotidianas, y con frecuencia es imposible evitar la sonrisa por más que uno trate de ver sus exhibiciones con severos ojos de crítica social. De algún modo es como si aquí quedaran retratadas un par de generaciones de jóvenes españoles: personalidades frágiles (a veces, hasta el exceso) falsamente asentadas sobre una tópica verborrea de autoafirmación individual; vidas sin rumbo ni densidad, aferradas al horizonte mínimo del entretenimiento, los amigos y la propia satisfacción. Naturalmente, no creo que Ontiveros retrate esto de manera consciente, pero es justamente la inconsciencia lo que hace más fresco el retrato. La Sexta ha catalogado el programa como apto para mayores de 7 años. Creo que es un error: ciertas cosas que tienen sentido a los veinticinco años, son un contrasentido a los nueve o a los diez. No se trata de que los niños se vayan a «pervertir» por ver QVMT ; se trata, sobre todo, de que nuestros canales deberían contemplar la televisión para niños bajo un enfoque netamente formativo, pero sistemáticamente ignoran esa función. Más pegas: La Sexta, para «elevar» el videoblog a formato programa, ha alargado su duración, de manera que lo que antes se limitaba a cuatro minutos (más o menos) ahora se prolonga en exceso. Para unas historietas como las de Qué vida más triste , esa duración es un defecto: anula lo que tienen de sorprendente y somete al autor a una atmósfera más artificial que la de la versión original. Veremos si soporta la prueba de la televisión.

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