Diario de León

El investigador asegura además que la iglesia de Fernando y Sancha no fue neoasturianista

El templo que sostiene San Isidoro es el de Alfonso V y no el de Fernando I

Gerardo Boto revisa la historiografía oficial y defiende que los cimientos de la basílica son del año 1.000

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Gerardo Boto, profesor titular de Historia del Arte en la Universidad de Gerona y uno de los mayores estudiosos de San Isidoro, ha asegurado que el esbozo de los cimientos del templo desvelado hace ya cien años por Juan Crisóstomo Torbado y reforzado por el plano arqueológico que John Williams realizó en los años setenta tras su investigación en León pertenece a la iglesia levantada por Alfonso V y no a la que de Fernando y Sancha, como tradicionalmente se ha defendido. «Hace un siglo que tenemos ante nuestros ojos la iglesia del año mil y no nos hemos dado cuenta», asegura el historiador.

Y es que hay que recordar que Torbado tuvo que excavar en el noroeste del templo durante los trabajos de restauración desarrollados a principio de siglo. Sus notas fueron publicadas por primera vez por Díaz Jiménez en 1917 y estas coinciden en buena medida con el plano que el profesor Williams realizó hace casi cuarenta años, plano que se mantuvo inédito hasta que el año pasado lo publicó Diario de León.

Tanto Torbado como el profesor de la Universidad de Pittsburgh defienden que los cimientos que se ocultan bajo la basílica plenorrománica corresponden a la iglesia que Fernando I y Sancha mandaron levantar. Sin embargo, Boto se ha replanteado toda la historia y la arqueología tradicionales. Explica que el soporte sobre el que descansa la joya del románico español es el mismo que se empleó para edificar la iglesia de Fernando I y Sancha, alzada sobre los restos de los templos prerrománicos dedicados a San Juan Bautista y San Pelayo por Alfonso V en los albores del segundo milenio, tras el severo ataque de Almanzor a la ciudad.

Espacios jerarquizados

Gerardo Boto precisa que en cualquier edificación, y más en las religiosas, los espacios no sólo están segregados sino jerarquizados. Es decir, los espacios destinados a los fieles no pueden ser los mismos que los que se reservan a los presbíteros. «Si comparamos en plano de John Williams con el muro de Fernando I nos damos cuenta de que todo el costado norte, desde la cabecera hasta los pies, está conservado», subraya.

Boto resalta además que el muro de Fernando I es liso, sin rastro de columna o pilastra, lo que viene a demostrar que no tendría espacio de separación de estos dos ámbitos. «Una iglesia románica no puede funcionar sin la separación entre el ábside y las naves -”destaca-”, sería como un avión en el que no hubiese segregación entre la cabina de los pilotos y la nave de los pasajeros.

Es decir, si seguimos el plano del erudito norteamericano, nos damos cuenta de que no puede pertenecer a la iglesia de Fernando I por cuanto que al muro norte conservado -”dispondríamos, como mucho, de toda la nave, pero sólo de la nave-” le falta el ábside (que estaría más al este de la cabecera encontrada).

En opinión del investigador, los muros de cierre norte, oeste y sur del San Isidoro de Fernando I y Sancha se asentaron sobre los del edificio alfonsino. El ángulo noroeste fue el que respetó la construcción románica que conocemos. Su arquitecto y sus promotores optaron por no extenderse ni hacia el oeste ni hacia el norte, para respetar el panteón y el claustro.

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