Diario de León

EL INVENTO DEL MALIGNO | JOSÉ JAVIER ESPARZA

Sardá

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JOSÉ JAVIER ESPARZA
León

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TERREMOTO EN Telecinco: Sardá fracasa. Si el estreno de La tribu , la semana pasada, se saldó con una cuota de pantalla frustrante, por debajo del 15%, la segunda entrega, este mismo viernes, ha confirmado las peores previsiones: la cuota de La tribu desciende al 9,5%, esto es, una calamidad para un programa al que se le ha encomendado nada menos que llenar todo el prime time .

Y ahora la pregunta es esta: ¿De verdad alguien pensó que Sardá podía obtener mejores resultados? Es interesante, porque da la impresión de que aquí Telecinco ha caído víctima de un equívoco que ella misma inventó en su día para justificar a Sardá y que, ahora, se ha vuelto en su contra. Si usted recuerda -”aunque no tiene por qué recordarlo-”, cuando Sardá empezó a contaminar la atmósfera desde Crónicas marcianas , Telecinco y el propio Sardá justificaron sus abominaciones en nombre del «éxito» y de la «audiencia». «Estamos dando lo que la gente quiere», argüían unos y otros. Cualquiera diría que el español medio no podía vivir sin su ración diaria de sardaísmo.

¿Éxito? Bueno, sí, en términos de cuota de pantalla: era lo más visto de su hora. ¿Audiencia? Según y cómo: con esas cifras brutas de espectadores, en cualquier otro horario Crónicas marcianas habría sido un fracaso. De hecho, algunos tuvimos que insistir mucho para conseguir explicar -”sin que se nos entendiera siempre-” que las cosas eran exactamente al revés de cómo las estaban explicando Sardá y Telecinco: Crónicas no estaba dando lo que la gente quería, sino un tipo de contenidos pensado para el público de la medianoche, que es un público relativamente minoritario; y el problema no estaba en que Sardá ofreciera tales cosas, sino en que la cadena, después, los repetía en horarios abiertos a todos los públicos. Bien. El caso es que Crónicas se terminó entre grandes quejidos, Sardá se esfumó y el mundo no se desplomó sobre sus cimientos. Luego Sardá volvió al horario convencional para hacer un programa «de autor» sobre la base de sus viajes por el ancho mundo.

El ruido ambiente anunció una inmediata conmoción de las tablas de share. No hubo tal. No podía haberla. Porque ni Sardá es un showman de públicos multitudinarios, ni el programa en cuestión era apto para tales cosas. Pese a todo, el equívoco publicitario ha subsistido. ¿Cuántas veces hemos oído en los últimos años el «rumor» (siempre promovido por alguien interesado) de que Sardá volvía? Muchas. Crear expectación es una de las artes publicitarias. Hasta que ha vuelto. Lo ha hecho abrigado por su propia atmósfera, como él ha querido, con sus amigos, su tribu.

El resultado es elocuente. Lo llamativo es que alguien pensara que podía ser de otro modo.

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