Diario de León

El invento del maligno | josé javier esparza

UCO

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Hay desastres televisivos que inspiran cierta compasión, por inmerecidos. Es lo que le está pasando a TVE-1 con la segunda temporada de UCO, esa serie policial de producción española que nació como spin-off (osease, retoño) de Desaparecida y que protagoniza Miguel Ángel Solá. La Primera estrenó la semana pasada esta nueva entrega. La frágil UCO, después de una primera temporada respetable, pero difícil, venía ahora a sustituir nada menos que a Águila roja, el gran éxito de la Pública en lo que va de curso. La operación fue, en términos de audiencia, una catástrofe: UCO no llegaba a la mitad de las cifras de Águila roja y TVE-1 perdía la friolera de 16 puntos de `share´. Para terminar de arreglarlo, la Primera decidió repetir el episodio el viernes noche, por si alguien no se había enterado, y la cosecha fue de las que echan el alma a los pies: una cuota de pantalla de sólo el 5,3%, poco más de 700.000 espectadores. Y es realmente deplorable, porque UCO, después de todo, es una obra muy interesante: seria, bien hecha, fabricada con mimo e interpretada con suficiencia. ¿Dónde renquea la serie? Tiene algún defecto, por supuesto. A mi modo de ver, UCO no termina de resolver bien la oscilación entre atmósfera novelesca y retrato realista. El papel que interpreta Solá –el teniente Sierra- es realmente novelesco, por poco verosímil en la vida real, y eso no tiene por qué ser un defecto; pero si se intenta sumergir a un personaje así en un cuadro hiperrealista, el paisaje general queda afectado por un rasgo de incoherencia: hay algo que no encaja. En Desaparecida, el personaje de Solá encajaba porque no era el único protagonista y porque el relato de base no descansaba en él; en UCO, por el contrario, el teniente Sierra es el único hilo conductor de la narración, de manera que el contraste entre imaginación y realidad se hace mucho más acusado. Aún así, el producto tiene suficientes virtudes para ser no sólo aceptado, sino estimado, valorado y, en definitiva, visto. Es verdad que estas historias tan pegadas a la vida real siempre son menos atractivas que las puramente fantásticas. Águila roja, que ha sido un gran éxito, es menos verosímil que una lagartija obesa, y eso, según parece, ha actuado en su favor, mientras que UCO aspira al hiperrealismo en tramas y planteamientos. Pero otras grandes series de temática policial (véase CSI) no son menos realistas y sin embargo seducen al público. Tal vez ocurre que la realidad nos resulta más digerible cuando pasa en regiones lejanas de nuestra casa y, al contrario, nos desasosiega cuando se refieren a nuestro barrio. En todo caso, UCO merece más. Esperemos que TVE-1 aguante la presión de los malos resultados.

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