Diario de León

Crónica | maría jesús muñiz

Solidaridad con arte

Javier Castaño lidió con madurez y oficio a su lote, de muy distinta condición.

Javier Castaño lidió con madurez y oficio a su lote, de muy distinta condición.

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León

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Tarde muy interesante para los aficionados, no tanto para los fines con los que fue concebido el festejo. Apenas un cuarto de entrada en la corrida cuyos beneficios se entregaron a la Asociación Leonesa Contra el Cáncer, para contribuir a la financiación de la investigación que se lleva a cabo sobre la incidencia del cáncer de colon en la provincia. No hubo gran respuesta del público, pero quienes acudieron al coso se llevaron la doble recompensa de la solidaridad y del buen toreo, el que desgranaron los tres espadas actuantes con un interesante encierro de Sánchez Arjona, bien presentado además. Se palpó la madurez y el oficio de Castaño, la entrega de Bolívar y las dos caras de Pinar: la del valor y la del saber hacer. La revelación de la temporada dejó constancia de por qué ha despertado tantas expectativas.

Salieron a hombros Castaño y Pinar, se cortaron cinco orejas y pudieron ser más si el presidente hubiera atendido la ruidosa e insistente petición de los tendidos. Pero el palco no estaba ayer para beneficencias, cada trofeo que se paseó fue ganado a pulso.

Javier Castaño recibió muy templado con el capote al primero de la tarde, y tras un reposado quite por chicuelinas inició la faena de rodillas en el centro del ruedo. Llevó con suavidad la alegre embestida del toro, que pese a sus justas fuerzas no dejó de embestir con fijeza hasta el final. Faena larga, basada en la derecha, el mejor pitón del toro.

El cuarto fue ya brusco en los lances de recibo, topó con los capotes durante la lidia y mostró desde el principio más movilidad, pero también más complicaciones que sus hermanos. Lo dominó el diestro leonés doblándose de inicio, intentando bajar una cara que tendía a ir por las nubes, levantando las manos con violencia. Castaño, poderoso, sacó tandas de mucho mérito. Con oficio sorteó los intentos de colársele del toro, y lo probó también por el izquierdo, con tarascadas imposibles.

Muy firme, sin descomponerse, no regateó tampoco los adornos y se colocó entre los pitones cuando el de Sánchez Arjona se puso más complicado. Mató con acierto y pidó calma cuando el público afeó al presidente que no cediera en conceder la segunda oreja.

El más joven de la terna, Rubén Pinar, realizó una excelente faena al que cerró plaza. Comenzó por el derecho, despacioso, ante un astado que pese a su movilidad inicial se quedó parado. Algo encimista en su planteamiento, bajó la mano y alargó el viaje en templadísimos pases.

Pero lo mejor estaba por venir. Ocurrió cuando el torero de Albacete cogió la muleta con la mano izquierda. Surgieron excelentes naturales, de mano baja y largo trazo; y aguantó bien en los de pecho, entregados. Buen pitón del toro y excelentes maneras del torero, echándole la muleta adelante y alargando la fija embestida. Se fue tras la espada como una vela y cortó dos orejas tras el efecto fulminante del acero.

A su primero le recibió con lances a pies juntos y chicuelinas, y quitó por gaoneras. Llevó largo por los dos pitones a un toro noble, pero de escasa transmisión; así que optó por quedarse muy quieto y recetar circulares en los dos sentidos que llegaron enseguida a los tentidos. Falló a espadas y perdió los trofeos.

Luis Bolívar dejó también buen sabor de boca en su presentación en León. Su primero fue el que menos juego dio del encierro, noble pero con un corto viaje. Pese a los cuidados del colombiano acabó pronto refugiado en tablas. Aprovechó el torero la querencia en pases al hilo de la barrera.

Al que hizo quinto lo lidió con soltura y variedad con el capote, y arrancó faena pasándoselo muy cerca por la espalda. Lo llevó luego suave y largo, a media altura, sin forzar una embestida sosa.

Cuando intentaba cogerle la distancia por el izquierdo el toro le prendió por el muslo derecho y lo volteó aparatosamente, encelándose con él en el suelo en unos momentos angustiosos de los que afortunadamente no hubo que lamentar más que la paliza de patadas y pisotones que se llevó el torero. Volvió a la cara del astado sin mirarse, y se enfrentó a la embestida sin celo, con la cara por las nubes. Lo intentó todo, pero se llevó el peor lote y salió a pie del Parque.

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